Hoy supe que existías



Por Soledad Alvear, abogada

Hace años, una feminista radical, atea y activista en muchos frentes, como era Oriana Fallaci, escribió un libro que llamó “Carta a un hijo que nunca nació”. La trama viene a engarzar un recorrido por la vida misma y la existencia. El drama del aborto es el drama de la vida. Hay en él, así como en el libro, un recorrido por el que transitan muchas mujeres al conocer la noticia del embarazo: “hoy supe que existías”, le dice. Está el miedo, la incertidumbre y comienzan las preguntas. ¿Cómo lo haré? ¿Seré capaz? No lo buscaba, qué pasará con mi profesión, con mis estudios, con mis otros hijos o con mi pareja.

En los últimos años algunas personas, sensibilizadas por este drama, han creído ver una solución en la privatización del conflicto y en el desconocimiento del otro: “se trata de un problema de derechos”. Con ello se intenta reducir el problema humano, normativo y político a uno radicado exclusivamente en el discurso del reconocimiento de autonomía sobre nuestros cuerpos pero que, para ser completo, exige algo que es imposible de desconocer: “ya sé que existes”. El planteamiento del nuevo proyecto de aborto hasta las 14 semanas exige que como sociedad debamos desconocer la existencia de ese hijo, de manera que el problema sea entendido como reconocimiento a la autonomía y la solución un descarte privado.

Pero, aquello no calma el miedo, no alivia la incertidumbre y no silencia todas las preguntas que seguirán dando vueltas en la sociedad, más allá del caso individual. La pregunta es cómo hacemos posible la vida de un ser que no pidió existir pero que ya existe y que conmociona profundamente la libertad y nos reclama con dolor ¿qué sociedad hemos construido para que la opción sea vida o muerte? Así, enfrentada cada mujer al vértigo de la afirmación “Yo podría deshacerme de ti, y tú nunca lo sabrías”, la Fallaci nos enrostra el otro drama, el de la soledad de la decisión y nos augura una respuesta que deja abierta, porque el niño muere dentro del vientre.

El tener unas ideas sobre el proceso del aborto, el hacerse preguntas y escuchar, forma parte de la íntima convicción de la necesidad de acompañar, de no dejar librada la decisión a la existencia de una ley que lo autorice. La construcción de una sociedad fraterna, solidaria del destino de la mujer pero también de su hijo, es la que venimos a proponer en respuesta a la pregunta que hay que reformular: ¿Qué comprensión tenemos de la vida en común? Una sociedad profundamente humanista es una sociedad solidaria, formada por personas que se ayudan, porque su florecimiento es necesario para los demás también. Antes de las 14 semanas ya hay un órgano que se ha construido “solidariamente” en conjunto, entre la madre y el hijo.

Nunca será posible desembarazarse por completo del hijo. Asimismo, nunca desaparecerán las dudas, los temores y la incertidumbre. Muchas seguirán preguntándose, pero “solo el que se desgarra en las preguntas encuentra la respuesta correcta”.

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