Iglesia y abusos, la perspectiva de Benedicto XVI

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Hace algunos días el papa emérito Benedicto XVI publicó una nueva carta, titulada escuetamente "la Iglesia y los abusos sexuales". Un texto espectacular que aporta mucha luz para entender los orígenes de la actual crisis de la Iglesia y que además ofrece algunos posibles caminos para enfrentarla. Vale la pena intentar hacer un resumen de lo esencial en el mismo, solo con el objeto de destacar la relevancia de su reflexión.

La carta del papa emérito comienza por la historia reciente, no solo de la Iglesia sino de todo occidente. Nos recuerda los grandes cambios sociales y culturales que ha enfrentado el mundo en los últimos casi 60 años, y el grave daño que algunos de estos han causado. Habla específicamente sobre "mayo del 68", ese recordado movimiento social que encontró su punto más álgido en Paris, destacado muchas veces por su discurso de "liberación" sexual. Benedicto dice abiertamente que "para los jóvenes en la Iglesia, pero no solo para ellos, esto fue en muchas formas un tiempo difícil. Siempre me he preguntado como los jóvenes en esta situación se podían acercar al sacerdocio y aceptarlo con todas sus ramificaciones. El extenso colapso de las siguientes generaciones de sacerdotes en aquellos años y el gran número de laicizaciones fueron una consecuencia de todos estos desarrollos".

A continuación, el papa emérito aborda los desafíos y dificultades que empezó a enfrentar la Iglesia a partir de cambios relevantes en como se comprendía y estudiaba la moral cristiana, ya no fundada exclusivamente en el derecho natural, sino buscando su fundamento en la Biblia. Algo a lo cual quizás muchos no le encontrarán gran relevancia, pero que en los efectos impactó mucho en como se comprendía la búsqueda de las grandes verdades morales, e incluso derivó en cuestionamientos a si existían o no verdades absolutas. Aclaremos, el papa emérito obviamente no manifiesta oposición a una fundamentación bíblica de la moral, todo lo contrario. Solo hace referencia a lo que podríamos denominar "efectos no deseados" del caso. La Iglesia reforzó su firme creencia de las verdades morales absolutas a través de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica (1992) y la encíclica de Juan Pablo II "Veritatis Splendor" (1993).

Sin perjuicio de lo anterior, se mantuvieron en el tiempo los cuestionamientos a la competencia de la Iglesia para hacer juicios de moralidad. El papa emérito reafirma, sin embargo, que "la doctrina moral de las Sagradas Escrituras tiene su forma de ser única predicada finalmente en su concreción a imagen de Dios, en la fe en un Dios que se mostró a si mismo en Jesucristo y que vivió como ser humano". La fe es, al final, "una travesía y una forma de vida", que en tiempos como los que corren tiene mucho que decir.

Todo lo anterior tuvo, claramente, su efecto en los miembros de la Iglesia. Surgieron grupos de homosexuales en algunos seminarios, así como empezó a ser propiciado por algunos sacerdotes un rechazo abierto a la tradición de la Iglesia, y desde mediados de los 80' empezaron a verse con mayor frecuencia casos de pedofilia. Todo esto llamó a la acción de los tribunales eclesiásticos.

En relación a eso, el papa emérito sostiene que la respuesta institucional de la justicia canónica fue insuficiente. Existía un excesivo garantismo que guiaba la tramitación de los procesos, donde investigadores y jueces tenían la obligación de resguardar los derechos del investigado, en palabras de Benedicto, "hasta el punto en que se excluyera del todo cualquier tipo de condena". No es menor el daño que esto provocó en los fieles, ver tan celosa preocupación por las garantías procesales de los investigados, pero una preocupación mucho menor por el resguardo de la fe e integridad de los fieles. Fue por eso que durante el pontificado de S. Juan Pablo II se tomaron medidas concretas, traspasando la competencia para conocer de estos crímenes a la Congregación para la Doctrina de la Fe, bajo la figura de "delitos mayores contra la fe". Esto permitió avances, sin perjuicio de que aún faltaba mucho.

Teniendo entonces un diagnóstico tan duro, Benedicto XVI se pregunta cuales serían las soluciones. Producto de todo lo anterior, hoy la fe ha sido reducida a una vivencia privada y a la Iglesia se le presenta como nada más que un "aparato político". La crisis en que nos encontramos nos ha llevado a la decepción con toda la humanidad, lo que para los creyentes significa una decepción con la creación misma. Considerado eso, en primer lugar, debemos evitar la tentación de creer que podemos "fundar" una "nueva Iglesia". Ésta Iglesia, con todas sus crisis, y caracterizada por todas las debilidades y horrores posibles para el ser humano, es Santa, por haber sido creada por Dios. Todos nosotros hemos sido creados por Él, y hacer el bien está en nuestro potencial.

El papa emérito nos llama, entonces, a reencontrarnos con el amor de Dios. Este sería el verdadero camino para luchar contra ese mal que amenaza al mundo entero. Vivir haciendo ese amor presente en nuestras vidas es la única forma de luchar contra la falta de sentido, contra el imperio del poder humano, y contra la ausencia de toda brújula moral. Para el papa emérito conductas tan atroces como la pedofilia encuentran su raíz última en la ausencia de Dios, como principio guía para toda la comunidad.

El texto del papa emérito es de gran relevancia en los tiempos que corren, y sirve como una herramienta más para poder entrar en el discernimiento de cómo nos levantamos después de tan fuerte caída. Como católicos debemos reencontrarnos con Dios, para a través de Él reencontrarnos con nuestros hermanos, y construir relaciones honestas y orientadas al bien, tanto propio como el ajeno.

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