Incierto escenario tras renuncia de Evo Morales

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Evo Morales aterriza en Ciudad de México, antes del mediodía. FOTO: AFP


La renuncia del Presidente de Bolivia, Evo Morales, y de su vicepresidente, Álvaro García Linera -quienes recibieron asilo político en México- revela la profundidad de la crisis político-institucional que atraviesa ese país tras las denuncias de fraude en las pasadas elecciones presidenciales.

La autoproclamación del Mandatario como vencedor en esos comicios, luego de una serie de irregularidades en el proceso de entrega de los resultados -que contravenían, además, al menos dos sondeos a boca de urna- desató una violenta ola de protestas que se extendió no solo a La Paz y El Alto -como sucedió en 2003 en la llamada Guerra del Gas- sino que se expandió a las principales capitales departamentales del país. Incluso el viernes pasado se produjo el amotinamiento de parte de la Policía Nacional. Un clima de confusión y enfrentamiento al que se sumó el fin de semana la difusión de la auditoría de la OEA que dejó clara la abierta manipulación del proceso y llamó a la realización de nuevas elecciones y un cambio de las autoridades electorales para poder "llevar a cabo comicios confiables".

En medio de este ambiente -al que se agregó el pedido de renuncia hecho por el jefe del Ejército- la permanencia de Morales en el poder se hacía insostenible. Una situación grave, que abre ahora una seria crisis institucional, pero cuyo principal responsable es el propio Mandatario y su persistencia por mantenerse en el poder, desafiando la voluntad popular y las reglas del juego democrático, sin perjuicio del complejo precedente que implica que una crisis no haya logrado ser resuelta por las vías institucionales.

El origen de la crisis se remonta a febrero de 2016 cuando Morales perdió un referéndum convocado para validar una reforma a la Constitución que le permitiría postular a una nueva reelección este año. Pero pese a ello, el Mandatario desestimó los resultados y logró que el Tribunal Constitucional avalara sus aspiraciones electorales. De esa manera pudo presentarse en los comicios del 20 de octubre pasado. Ocasión, sin embargo, en la que volvió a alterar la voluntad popular, como deja claro el informe de la OEA que denuncia "irregularidades que van desde muy graves a indicativas" y que impiden "validar los resultados".

Luego de casi 14 años de gobierno de Evo Morales, que lo convierten en el Presidente más longevo en la historia de ese país, Bolivia vuelve a sumirse en un clima de inestabilidad cuyo desenlace aún no está claro. A la renuncia del Mandatario y su vicepresidente se sumaron las de varios congresistas, incluyendo los presidentes del Senado y la Cámara de Diputados, lo que alteró el normal proceso de sucesión presidencial en caso de vacancia del jefe de Estado, un proceso que se hace aún más complejo ante la polémica autoproclamación de la segunda vicepresidenta del Senado como Presidenta de la República interina.

Frente a la creciente polarización es urgente que la clase política boliviana y los congresistas elegidos democráticamente actúen con responsabilidad para reencauzar al país por la senda institucional y no profundicen el clima de división y enfrentamientos que vive el país. Como sostuvo ayer el secretario general de la OEA, la salida a la actual crisis solo puede pasar por un nuevo proceso electoral que dé garantías a todos los sectores políticos y le permita al país retomar la normalidad democrática.

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