Incógnitas



Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador

Cuesta saber en qué momento del proceso iniciado el 18-O nos encontramos. Algunos creen entender cómo fue que comenzó todo -con un estallido social seguido del ofrecimiento de sacrificar la Constitución militar y eso que hasta hace poco ésta permitió la convivencia (otros dirán connivencia) entre la derecha y centroizquierda-, pero ello no significa que sepamos en qué vamos a terminar esta vez. Si, incluso, más que el contenido de la nueva Constitución aún por redactar, la principal incógnita sigue siendo si la rebelión se va a apoderar de la Convención Constituyente. En efecto, no se le permite que encauce el proceso en curso y habrá que esperar otras definiciones. ¿Cuáles?, pregúntese, y verá que la imaginación se arranca.

Quizá no sea para tanto, y se llegue a acuerdos, sostendrán otros. Por cierto, como también que éstos obedezcan a transacciones forzadas de último minuto (recordemos el ambiente antes de esa madrugada del 15-N y la deriva concesiva que ha seguido). ¿Hemos de suponer, por tanto, que la nueva Carta Magna va a ser aceptable para todo el mundo, y se respetará así nomás? Afianzar las tres últimas constituciones requirió cuatro dictaduras, las de Portales, Ibáñez, Alessandri y Pinochet, ¿qué hace pensar que vaya a ser distinto esta vez? Más aún si, repito, la Constituyente sirve para prolongar esta permanente revuelta, o estado de excepción en que suspendido el derecho, se radicalizan las demandas, insisten en jugar con fuego, al punto que todo va, todo vale; lo cual puede incitar a cualquier otro a entrar al ruedo con iguales “lógicas”. Ironías de esta índole se han visto antes.

Ahora bien, lo que lleva a sospechar que la rebelión no termina con la Convención es que “uno se rebela para poder plantear la cuestión del poder, no para resolverla”, como acertadamente afirma André Glucksmann. “Ganar a la mayoría... mostrar al poder adverso como minoritario, arbitrario, en algo ajeno que ocupa un territorio rebelde... jugárselo el todo por el todo... ganarlo todo... barre(r) al antiguo régimen y (volver) a partir de cero”, es lo que se proponen. Conforme, pero el curso a seguir no termina ahí. ¿Por qué habría de detenerse en una instancia, la Constituyente, afanada en una pura ley? Hacerse del poder plenamente soberano viene después. Compete a otras fuerzas, no a rebeldes mesiánicos. Estos últimos pueden ser sacrificados, tenidos por irresponsables. Podrán querer cambiarlo todo, pero lo que importa es que el Estado reordene todo. Dan la partida al proceso, pero lo acaban quienes manejan “la ciencia de la revolución”.

Lo de veras en serio sigue a lo supuestamente “espontáneo” inicial. Habiendo “vanguardias del pueblo” de por medio, hay que fijarse si se ubican a la retaguardia, esperando su momento. Estrategia tampoco tan descabellada. Ojo entonces.

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