Interrogantes en plan económico de Bolsonaro



El arrollador triunfo de Jair Bolsonaro en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil -los sondeos proyectan que su triunfo sería igualmente contundente en el balotaje del 28 de octubre- han causado una profunda polarización respecto a su figura, porque así como sus detractores estiman que constituye una amenaza para la democracia -sus retrógrados comentarios sobre la homosexualidad, su admiración por regímenes autoritarios o sus llamados a combatir la delincuencia con métodos violentos serían señales de esta debacle-, otros ven en su audaz programa económico -que algunos voces califican de "ultraliberal"- una esperanza de que Brasil logre al fin ordenar sus cuentas fiscales y el crecimiento despegue.

Aun cuando Brasil ha logrado salir de la profunda recesión que lo afectó hasta 2016 -con caídas del producto superiores al 3%-, y la inflación se encuentra dentro de límites razonables, el inmenso gasto fiscal que se debe destinar a financiar prestaciones de seguridad social -aproximadamente dos tercios del presupuesto federal se destinan a este ítem, donde una parte sustancial corresponde al pago de pensiones- presiona cada vez más las estrechas arcas fiscales, sin margen para aumentar la carga tributaria, que ya está en niveles considerables. La única alternativa viable es un estricto plan de austeridad fiscal, a lo que Bolsonaro se ha comprometido.

Su plan económico contempla una drástica reducción de ministerios, un equilibrio de las cuentas fiscales para 2019 y un masivo plan de privatizaciones y venta de activos públicos, aunque se ha manifestado contrario a permitir el ingreso de privados a empresas que considera "estratégicas", lo que ha sembrado dudas en el mercado sobre la real extensión de esta promesa. Pero sin duda será la reforma previsional lo que probablemente generará las mayores resistencias, ya que parece inevitable que deban recortarse sustancialmente los generosos beneficios que hoy se pagan, y establecer una edad mínima de jubilación a lo menos en 65 años. Un punto de especial interés en su programa es introducir alguna forma de capitalización individual, para atenuar el aporte público. El actual gobierno del Presidente Michel Temer no logró cumplir con su promesa de una reforma previsional -debido a la fuerte resistencia que ha provocado en la ciudadanía-, lo que levanta razonables dudas de si Bolsonaro podrá cumplir con las suya.

No cabe duda de que la austeridad fiscal y mayor eficiencia del gasto son compromisos valiosos, pero brindar un respaldo cerrado a su programa económico resulta precipitado cuando todavía en éste hay más interrogantes que certezas, y su polémica figura podría complicar forjar alianzas políticas.

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