La batalla previsional



Por Luis Larraín, presidente del Consejo Asesor de Libertad y Desarrollo

¿Qué se puede decir esta vez de la nueva reforma de pensiones presentada por el gobierno? Bueno, además de una reforma, parece una batalla.

Como en la guerra, más allá de los objetivos declarados, mejorar las pensiones de los chilenos que se jubilan, hay objetivos inconfesados. En la oposición de izquierda nada menos que derribar un sistema, que ellos llaman neoliberal y es de verdad el capitalismo, el único que ha funcionado bien en el mundo en los últimos 250 años y que ha traído bienestar y progreso a los países que lo han adoptado. En el gobierno, sacar la reforma a toda costa, intentando así maquillar un legado que, pese a sus esfuerzos, se percibe como pobre.

Como en toda guerra, además, fuera de las acciones que se desarrollan en el campo de batalla, en este caso los pasillos y recintos del Congreso y los salones de La Moneda y los ministerios de Hacienda y Trabajo, hay otros frentes. Se trata de la guerra comunicacional, que es clave para minar la moral del adversario, que se basa en el uso sistemático de la mentira y el activismo entre los propios y también la infiltración en las filas enemigas. Esa batalla, de la que son protagonistas organizaciones como NO+AFP, es una que desde hace ya varios años viene ganando la oposición, hasta el punto de que ha confundido al propio gobierno que intenta discutir ante la opinión pública con la lógica del adversario, cuestión que, digámoslo, parece ser parte de su ADN.

¿Qué quedará después de esta batalla? Como en muchas guerras, cosas malas, y algunas buenas. Entre estas últimas, un grupo importante de chilenos recibirá más beneficios. Las más de un millón cien mil personas del Pilar Solidario verán aumentadas sus pensiones y casi quinientas mil personas más se incorporarán a éste. Se supone además que, para el futuro, en régimen, una persona que cotiza 30 años en el sistema recibirá al menos el ingreso mínimo actual, cercano a los 325 mil pesos.

Claro, todo esto tendrá un costo, que se calcula en 1,5% del PIB en régimen, bastante más que el 0,7% que gasta el Fisco hoy día. Otro costo de la reforma proviene del aumento de los costos laborales. El 6% del aumento de la cotización impactará negativamente el mercado laboral, porque 3 puntos de los 6 son un impuesto al trabajo pues no irán  directamente a mejorar la pensión de los trabajadores. Se habrá introducido al sistema el germen del reparto (los políticos repartirán el Fondo Colectivo y podrían a futuro aumentar ese 3%) y se dañarán los incentivos al ahorro, pilar del sistema.

La figura que me queda en la mente al final es la de dos boxeadores cansados. El gobierno pelea contra su propia sombra más que contra su rival, que frente a sus amagues e invitaciones a luchar limpiamente responde con amarres y ensuciando la pelea. ¿Cómo terminará tras pasar por el Congreso? Difícil saberlo.

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