De la cantidad a la calidad

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Imagen estrictamente referencial.


La sociedad nos demanda pasar de la cantidad de servicios que el Estado entrega, a la calidad que tienen esas prestaciones. Esto, que parece tan fácil, resulta extremadamente complejo, ya que la calidad es un concepto subjetivo.

Siempre es más fácil construir una escuela, que lograr que los alumnos tengan una educación que les permita enfrentar los desafíos del mundo. Lo mismo sucede con un hospital versus la atención que se puede entregar en el mismo. Y para qué decir en materia de seguridad pública, donde es más concreto entregar vehículos policiales o aumentar la dotación de carabineros que mejorar la percepción de seguridad. Estos son solo algunos ejemplos de la diferencia en la manera en que debemos enfrentar las políticas públicas si queremos realmente avanzar en lo que la sociedad nos demanda, que es mejorar su calidad de vida.

Uno de los dilemas con los cuales se enfrentan los gobiernos, al momento de proponer políticas para el futuro, es el de distribuir o crecer. Entre estos dos conceptos -crecer más rápido o repartir más- se ha centrado el debate por años. La evidencia, en especial en este último período, nos ha demostrado que para mejorar la distribución es condición necesaria un adecuado crecimiento, sin el cual resulta prácticamente imposible mejorar la condición de vida de las personas.

Cuando nos referimos a este nuevo enfoque estamos pensando en aquellas medidas que tienden al buen gobierno, pero también a la superación de las fallas de mercado. En términos macrosociales, esta postura implica relevar los niveles de confianza existente entre los actores de la sociedad, las normas de comportamiento cívico y el nivel de asociatividad, todo lo cual impacta de manera positiva en la cohesión social y desarrollo de los miembros, mediante procesos de inclusión que acrecientan el sentido de pertenencia.

Si entendemos que el desafío por la cobertura de servicios (cantidad) está medianamente cumplida por parte del Estado, es razonable comenzar a movernos en la dirección de la calidad de los servicios que se proveen. El desafío no es menor. Pasar de la cantidad a la calidad en nuestro país será la gran batalla de los próximos años, y en esta cruzada nadie puede estar ausente. Por el contrario, la necesaria coordinación que desde el Estado se hace de las actividades privadas, en una lógica subsidiaria, será esencial para mejorar la calidad de vida de todos.

Entre más equipemos la calidad de vida de la población, más nos estaremos acercando a la justicia social. Y en ese sentido, el crecimiento económico se legitima como acción necesaria para su cumplimiento.

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