La carga histórica

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El partidario del Brexit, Nigel Farage partcipa de una marcha ayer en Inglaterra, a favor de la salida de la UE.


Los pueblos son complicados. Mientras en Chile, tras décadas, seguimos sin ponernos de acuerdo sobre el "11", en el Reino Unido (qué irónico suena este nombre hoy) llevan siglos preguntándose si son europeos. Pueblos tan conservadores no admiten unanimidad de pareceres, de modo que no sirve simplificar posiciones encontradas. Ahondar en la tolerancia mutua, en cambio, puede que resulte conveniente.

Vean ustedes, uno lee la autobiografía de G. K. Chesterton de 1936 y este provocador vuelve a sorprender. Entre las cosas que más le repugnaban eran el imperialismo (y no porque fuera pacifista), y que Inglaterra se estuviese convirtiendo en una suerte de Clapham Station, el empalme ferroviario al sur-oeste de Londres, donde converge la mayor cantidad de líneas de trenes suburbanos del Reino Unido (todavía es de las estaciones más transitadas de Europa). Y esto porque valoraba que Clapham siguiera siendo lo que siempre había sido: "Mi visión de Clapham consistía en casas que estaban quietas y no camiones y trenes que pasaban ruidosamente, y no quería que Inglaterra fuese una especie de guardarropa u oficina de consignación para equipajes etiquetados para exportar o importar. Quería cosas realmente inglesas que nadie pudiese importar y de las cuales disfrutábamos demasiado para exportarlas".

La otra razón para destacar a este distrito de Londres era que, desde los tiempos de la Reina Victoria, se tenía al "pasajero en el ómnibus de Clapham" por arquetipo de lo común y corriente estimado valioso. Las cortes inglesas recurrían a su figura para suponer prudencia como criterio de responsabilidad mínima, parecida a esa otra ficción legal, la del "buen padre de familia" de nuestro Código Civil. Es que Chesterton se veía a sí mismo tan paradójico y sensato como el pueblo inglés. Victoriano, aunque apegado todavía a valores de antes de la Revolución Industrial, lo tenía sin cuidado que se le tildara de "medievalista". Crítico del progresismo, no tenía complejos ("las falacias no dejan de ser falacias porque se convierten en modas"). Seguramente hoy apoyaría al Brexit, aunque quizá sin ser incondicional de un cínico como Boris Johnson. Era de esa gente que se sorprende que se ahorque a tan pocos políticos. Diría también: "Un hombre debe ser ortodoxo en la mayoría de las cosas, o nunca tendrá tiempo de predicar su propia herejía". Como esas personas que pueden llegar a ser tolerantes aunque sigan férreas en sus creencias, porque fanáticas no son.

Hace falta gente así, que continúe creyendo en el liberalismo a pesar de los liberales; respetuosa de heterodoxias ajenas, como Chesterton lo fuera de George Bernard Shaw, a quien admiraba y se sentía más orgulloso siendo su contradictor que amigo. Enhorabuena la discusión y división, no hay nada más odioso que la unanimidad.

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