La carrera

piocha
Banda presidencial y piocha de O'Higgins. Foto: Agencia Uno


Parece que los partidos cedieron a la tentación de adelantar la carrera presidencial. Pero ¿por qué anticiparse dos años y medio antes de que ocurra (en principio diciembre 2021)? Pueden existir muchas respuestas, pero de algún modo todas se basan en algunos supuestos. Uno de ellos, especialmente para la derecha, es que no importa el candidato, las elecciones pueden ganarse. Un segundo supuesto es que anticipar la elección permite fijar posiciones negociadoras y mostrar "poder de fuego".

No obstante, dichos supuestos y otros más, corren el riesgo de ser un espejismo en el desierto toda vez que son contingentes a los errores que se comenten por el solo hecho de anticipar la elección.

¿Por qué? Por lo pronto, porque la competencia anticipada les entrega a los actores políticos cierta seguridad de que el conflicto político no necesariamente afecta el resultado electoral futuro. Es decir, que con tanta anticipación los daños generados por precandidatos y partidos hoy puedes ser reparados mañana. La verdad es que no es así, la dinámica propia de las campañas enerva de manera sistemática los ánimos y con ello el conflicto. La competencia política no es miel sobre hojuelas es "guerra" y civil, es decir, entre iguales. Ello se hace más trágico cuando se posee menos capital social, como es el caso de la derecha. Todo ello ciertamente no asegura el fracaso, sin embargo, lo preludia.

Pero hay más. En el caso de la derecha, en particular, existe un elemento adicional, al ser gobierno, desordena el escenario y conflictúa su relación con el propio gobierno, especialmente porque la necesidad de los candidatos de posicionarse los lleva a distanciarse o acercarse a éste. De hecho, solo basta ver las críticas y apoyos a iniciativas tanto de gobierno como de oposición de algunos candidatos como para percatarse de esta situación. Pero este proceso de conflicto entre gobierno y oficialismo termina debilitando al actor principal -el gobierno- y paradójicamente golpeando al propio oficialismo y favoreciendo a la oposición.

En la oposición de izquierda, aunque no solo en ella, el problema es algo distinto, pues al no visualizarse un candidato dominante, la carrera presidencial se transforma principalmente en un ejercicio de nicho en que los partidos se concentran en las negociaciones parlamentarias de cupos y no en el fortalecimiento de un candidato. Sin embargo, se produce una paradoja: mientras más débil es el candidato presidencial menos probable es que arrastre votos para sus parlamentarios, e incluso, puede transformarse en un lastre.

Finalmente, qué otra explicación puede haber de esta anticipación electoral, la verdad es que puede estar siendo vista como una moneda de cambio para las elecciones de gobernadores del próximo año, sin embargo, ello puede ser una rama de doble filo.

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