La crisis de la socialdemocracia europea



Suecia tampoco escapó a la tendencia. Durante años, ese país fue el principal bastión de la socialdemocracia europea. Sin embargo, en las elecciones generales del pasado 9 de septiembre, el partido del primer ministro Stefan Löfven obtuvo su peor resultado en más de 80 años. Menos de un tercio de los votantes (28,4%) optaron por él y la coalición de centroizquierda, integrada además por los Verdes y el Partido de Izquierda, superó por sólo tres décimas a la alianza de centroderecha liderada por el Partido Moderado (40,6% frente a 40,3%). Más allá del complejo escenario que se abre para formar gobierno -porque ninguna coalición obtuvo los 175 escaños necesarios-, lo sucedido en Suecia ratifica la crisis que ha venido experimentando la socialdemocracia en Europa durante las últimas décadas. Si a mediados de los 90 ese sector estaba en los gobiernos de 12 de los 15 países de la Unión Europea, hoy sólo detentan el poder en tres, y en cinco son parte de la coalición de gobierno.

Un desgaste que coincide, además, con el avance de los movimientos nacionalistas -como también sucedió en Suecia, donde la ultraderecha creció casi cinco puntos respecto a 2014 y alcanzó el 17,4% del electorado- y que responde a la incapacidad de ese sector por adaptarse a la nueva realidad económica y social del continente. La centroizquierda no sólo fue clave en la construcción del modelo de integración europea en el siglo pasado, sino que fue el impulsor de los estados de bienestar en el Viejo Continente. Sin embargo, tras el colapso financiero de 2008, la incapacidad de poder seguir financiando las políticas sociales que le daban sustento a ese modelo hizo que el proyecto entrara en crisis y con ello sus impulsores. Amarrada a una lógica que responde a una realidad distinta, las socialdemocracias han sido incapaces de reinventarse y ofrecer a sus votantes respuestas adecuadas al complejo escenario económico y social del viejo continente.

El declive experimentado en los últimos años da cuenta de un distanciamiento entre las propuestas de la centroizquierda y las aspiraciones de su base electoral. En una sociedad cambiante, el perfil de los trabajadores no es el mismo que el de hace 25 años y para mantenerse vigentes los partidos deben ser capaces de responder a esas nuevas realidades y no seguir amarrados a lógicas superadas. Europa enfrenta serios desafíos, como la creciente presión migratoria, frente a los cuales la socialdemocracia ha sido incapaz de ofrecer propuestas que inspiren confianza entre sus votantes y respondan a la legítima inquietud que esa situación genera en parte de la ciudadanía. Ello ha terminado dando espacio a aquellos que promueven soluciones facilistas desde ambos extremos del espectro político.

Frente a este escenario es fundamental que no solo la socialdemocracia sino que todos los partidos tradicionales sean capaces ofrecer propuestas atractivas y sensatas orientadas al crecimiento que les permitan recuperar el liderazgo, reencantar a sus votantes y cerrarle la puerta a las aventuras populistas.

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