La crisis moral de la República

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De acuerdo a Patricio Contesse, "no solo SQM efectuó aportes a la política de esta forma (boletas y facturas falsas a cambio de servicios que no eran prestados), sino que muchas otras empresas de nuestro país también lo hicieron. Mis abogados me han señalado que, a lo menos, hay 45 otras empresas que están en esta misma situación". Si se considera que, según el ex gerente general de la compañía, SQM destinaba a este fin unos US$ 2 millones anuales (el 0,12% de los US$ 1.700 millones que gasta SQM por año), puede deducirse a través de un cálculo simple que el monto de fondos irregulares que financiaba la política chilena era considerable.

Idéntica lógica conduce a colegir también que SQM es apenas la punta del iceberg y que solo llegaremos a conocer una fracción de una realidad espeluznante: durante un periodo largo nuestra política fue financiada de manera oculta por intereses privados (quién sabe si todavía lo es). Esto constituye un escándalo, más todavía cuando en muchos casos los verdaderos responsables están eludiendo la sanción de la justicia, que recaerá en secretarias, jefes de gabinete y otros mandarines que se prestaron para la jugarreta movidos por un equivocado sentido de la lealtad.

Empresarios y dirigentes políticos idearon un mecanismo para distribuir y recibir fondos. Los primeros buscaban influencia sobre candidatos presidenciales y postulantes al Congreso, para obtener a futuro el favor de funcionarios y parlamentarios; los segundos querían ganar a como diera lugar. Una apuesta inútil, porque los mismos que los financiaban a ellos entregaban a la vez recursos a sus rivales. La venalidad y la estupidez de los políticos se hacían patentes. ¡Cómo se habrán reído de ellos los empresarios que los corrompían!

La billetera de éstos no distinguía colores políticos. Financió a moros y cristianos con igual celo. Así, el sistema entero se rindió ante el poder del dinero. Mientras en público se hablaba del interés del país y de altos ideales, en privado primaban la ambición y el deseo de ganar a toda costa.

Durante años se ha señalado que Chile necesita reformas en una extensa gama de temas, desde el ámbito político-institucional hasta el sectorial. Menos se habla, en cambio, de la necesidad de una renovación moral.

Porque lo que queda al desnudo detrás de esta maraña de escándalos -los que hemos conocido y los que nunca conoceremos, aunque sospechemos que existen- es el enorme vacío moral en el que se desenvolvieron por años personalidades públicas que traicionaron sin pudor la confianza que la gente depositó en ellos.

De poco servirán las reformas legales si no existe un cambio real en los corazones y mentes de los que toman decisiones que determinan el rumbo del país. Si éstos no entienden que su riqueza y su poder constituyen un privilegio asociado a una responsabilidad de servir, no habrá ley ni reforma capaz de alterar la suerte de Chile.

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