La ira de Aguirre

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Foto: La Tercera/Archivo


La renuncia de Jaime de Aguirre a Televisión Nacional se leyó como un efecto de las diferentes visiones que este y el Presidente Piñera tienen respecto de la gestión del canal. Sin embargo, la realidad muestra que dicha renuncia es consecuencia de la incansable lucha que dio el expresidente de TVN Francisco Orrego Bauzá y que tanta irritación causó a las máximas autoridades en su momento. Orrego solo dijo la verdad acerca del canal y su situación económica; advirtió acerca del riesgo de las entregas de dinero que estaba haciendo el Estado y su destino, del exorbitante sueldo del director ejecutivo y de la ausencia de planes apropiados para un canal estatal, entre otras. Lo señaló pública y privadamente y terminó por dejar constancia de sus convicciones en una carta de renuncia dirigida al Presidente de la República.

Es gracias a la voluntad irrefrenable de Orrego que hoy se puede empezar a hablar en serio del destino de TVN y considerar al fin que se trata de una empresa que, de acuerdo con la Constitución, debe regirse por las normas propias de la legislación privada común. Esto se traduce en un conjunto de responsabilidades del directorio y gerente por su gestión y resultados, de los que deben dar cuenta respondiendo aun con su patrimonio personal cuando la administración ha sido ineficiente. Las reglas penales promulgadas recientemente por la Ley 21.121 han creado figuras que antes estaban reservadas al ámbito civil, como la administración desleal. El actual directorio está conformado por personas capaces y preparadas, pero están en un barco sin capitán y miran al Congreso como si éste fuese capaz de entregar las directrices. El Estado ha creado una sociedad anónima que persigue fines de lucro y, por lo tanto, los directores deben regirse por esa ley y no otra al momento de tomar sus decisiones.

Sin embargo, respecto de TVN, el gran problema ha sido la ambigüedad y ausencia de definición del proyecto que se desea, pues hasta ahora, todo lo realizado ha sido un fracaso desde el punto de vista económico, con daño patrimonial para el Estado y los contribuyentes. Hasta la salida de Jaime de Aguirre, el canal ha sido uno más del tipo comercial clásico, con telenovelas, noticieros, farándula, matinales y especiales en la noche. Todo ello matizado de rostros, grandes sueldos y, por cierto, un potente sindicato.

Está muy dicho que el nuevo desafío puede consistir en eliminar las luces de neón en TVN y en escuchar a los expertos en televisiones públicas en otros países del mundo, y que también es posible pensar en desprenderse de esta iniciativa que solo irroga gastos injustificados e irritantes al Estado y a los contribuyentes.

Nuestro país es curioso, y a veces algo torcido. De no haber sido por la renuncia de Francisco Orrego a la presidencia de TVN, cuyos fundamentos expresó en una carta que causó molestia en el Ejecutivo, probablemente el Presidente Piñera no habría hecho las declaraciones que desencadenaron la salida de Jaime de Aguirre. Pero ahí tenemos nuestra loca política. Esta vez, es de esperar que sea para enderezar una característica tan chilena, como es la de perseverar en los errores que nos cuestan caros.

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