La paranoia de cada día

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Leila Guerriero, a propósito de la filtración de datos de Facebook, no lo podría haber dicho mejor: el escándalo se debe a nuestra hipocresía. Obviamente, "nos miran, nos espían, nos evalúan, y lo hacen con nuestra colaboración -porque les proveemos los datos-, pero elegimos pensar que no lo hacen con nuestra anuencia" (diario El País, 28 marzo 2018).

¿Cuál es la noticia? No que, en tanto usuarios de la Red, dejemos rastros de nuestras preferencias y que con dicha información se hagan predicciones algorítmicas; es tal la telaraña de contactos que, de un universo acotado de 270 mil personas es posible recabar, a su vez, datos de 50 millones, respeto por la privacidad importando cero. Tampoco es gran misterio que Facebook sea un negocio. Comparte lo que sabe de sus usuarios con sus verdaderos clientes a quienes les vende información privilegiada, gracias a la cual se logran focalizar audiencias, identificando perfiles psicológicos, para luego proceder a bombardear mensajes tendenciosos, comerciales o políticos. Es decir, Facebook podrá ser una plataforma social, pero su principal propósito actual es servir de medio publicitario.

Ahora bien, nada que tenga que ver con publicidad nos es ajeno. No nos son extraños sus pasajeros efectos, ni su consustancial cinismo. "La política y la moda son lo mismo", concede Christopher Wylie quien, junto a Steve Bannon, montara Cambridge Analytica (CA), la firma que procesara los datos de Facebook e hiciera posible la elección de Trump. En su momento estuvo de moda Obama, luego se puso en boga la derecha alternativa. "Mucho del trabajo era moldear narrativas que la gente compraría", palabras de Wylie de nuevo, aunque el personaje terminó encontrando el ambiente de CA "tóxico" y, convertido en repentino soplón, hizo estallar el escándalo. Los escándalos -no es necesario ahondar- son pan de cada día.

Está visto, pues, que nada de lo sucedido debiera sorprendernos. ¿Por qué, entonces, nos choqueamos? Una posibilidad es que tenga razón Leila Guerriero, y el tremendo follón que se ha producido, otra variante más del "#MeToo" tan de nuestros días, nos devuelva nuestra propia hipocresía, en cuyo caso quizá sea "#TooMuch" seguir siendo cómplices. No es que no se sepa que dos mil millones de usuarios en el mundo usan Facebook sino que, de tanto en tanto, tomamos conciencia que tamaño universo está siendo monitoreado, vigilado y condicionado tanto por Menlo Park, dominio de Zuckerberg, como por la Agencia de Seguridad Nacional de los EE.UU. (NSA según siglas en inglés), cuando no por operadores imprevisibles tipo Wylie o Edward Snowden. Una suerte de panóptico al que usuarios se suman gustosamente. Otra posibilidad es que se nos quiera advertir en qué mundo vivimos, es decir, quiénes mandarían aunque a veces se les caiga el sistema.

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