¡Es la política, Presidente!

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Presidente Piñera visita Hospital de Quintero en medio de manifestaciones. Foto: AgenciaUno


La baja en la aprobación del gobierno registrada en la última encuesta Adimark fue el corolario de una de las peores semanas de esta administración. Lo ocurrido con la discusión y votación del proyecto sobre salario mínimo, sumado a la rearticulación de la oposición en torno a la reforma tributaria, y no sin olvidar la bochornosa visita del Presidente de la República a Quintero, son la evidencia de un penoso desempeño político. Y aunque sus adversarios no le hacen las cosas muy fáciles al gobierno, quedó de manifiesto la falta de fineza y cintura de muchos ministros para afrontar estas coyunturas complejas; recayendo en torpezas e improvisaciones, cuando no después en la rabia y descalificaciones.

De esta manera, se vuelve a instalar una duda sobre la real capacidad de los colaboradores del Presidente, los que siendo incapaces de abordar y resolver los conflictos propios de su rol y cartera, comprometen no sólo a otros miembros del gabinete, sino también alientan la intervención del propio Sebastián Piñera. De hecho, a la usanza de lo que fue su primer gobierno –y en lo que estoy seguro es su instinto y deseo- el Jefe del Estado fue también esta semana ministro de Hacienda, del Trabajo y Medio Ambiente.

Traigo esto a colación, porque independientemente de la debilidad del gabinete, los Presidentes de la República son la última instancia a recurrir y sólo cuando otras varias alternativas han fracasado. Y pese a los enormes esfuerzos que debemos reconocerle a Sebastián Piñera en el intento por dotar a su figura de un aura más republicana, tiene para sus colaboradores –especialmente en privado pero también en público- una actitud que los degrada e infantiliza, como si únicamente su intervención personal fuera condición necesaria y suficiente para que las cosas resultaran de la manera deseada.

Pues bien, esta semana eso no ocurrió y, muy por el contrario, la figura del Presidente de la República quedó expuesta y debilitada. De hecho, por ejemplo, de poco y nada sirven las explicaciones posteriores a la incomprensible visita que hizo Piñera a la zona afectada por la emergencia; confundiendo coraje con torpeza, liderazgo con vanidad, y menospreciando el dolor y frustración de los habitantes de la zona, a los que incluso en su frustración acusó de violentistas.

Le falta humildad al Presidente de la República, y no sólo para tener conciencia de sus propias limitaciones, sino también para reconocer las condiciones de posibilidad que brinda el escenario político. Una cosa es tener esa enfermante pulsión de querer ser la guagua en el bautizo o la novia en el matrimonio, pero cuidado con también querer ser el finado en el velorio.

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