La política

partidos acuerdo por la paz


Se dice que el acuerdo del viernes pasado carece de legitimidad, en la medida que no se consultó a las bases sociales que estarían en el centro de las movilizaciones ciudadanas. A mi modesto modo de entender, una frase como esa comprende varios equívocos.

Dando por bueno que esas y otras organizaciones fueron centrales en catalizar la masiva expresión ciudadana de la que hemos sido testigos durante estas semanas, ¿por qué, y de cara a proveer de una alternativa de solución que encauzara esta crisis, esos grupos o personas podrían tener un mejor derecho -o su opinión mayor valor- que la del resto de los ciudadanos?

A continuación, y si entonces el reproche es que no se consultó a la ciudadanía toda antes de proponer este mecanismo, estamos en presencia de una crítica ingenua e insensible a cómo funciona una democracia. Ingenua, porque especialmente a la luz de las urgencias, era materialmente imposible organizar una consulta para validar masivamente el itinerario que se nos estaba proponiendo; pero también es una crítica que niega la función más básica de la política, que no es otra que articular un entendimiento entre los representantes que democráticamente hemos elegido, para resolver pacíficamente nuestras diferencias.

Y por eso que la crítica de "la cocina" raya incluso en la mala fe, puesto que, y a diferencia de otras oportunidades, este acuerdo fue adoptado íntegramente por personas que sí pasaron el cedazo de la soberanía popular.

Pero aun conscientes de la escasa legitimidad que hoy tiene la clase política dirigente, es que ese acuerdo define un itinerario que traslada toda la decisión a los ciudadanos, tanto la de optar por si queremos una nueva Constitución, como también el mecanismo para afrontar ese debate. Y todavía más. Nada impide, incluso sería deseable y virtuoso, que durante todo el proceso, y especialmente antes de elegir a quienes participarán en la constituyente, pudiéramos organizarnos en múltiples y descentralizados procesos deliberativos, los que mediante cabildos, plebiscitos comunales u otros, vayan delineando, aportando y nutriendo el debate desde las propias bases ciudadanas.

Quedan muchas dudas y preguntas pendientes, pero ojalá que las abordemos intentando fortalecer la política y no renunciando a ella. El tiempo se agota y puede ser muy alto el costo de la intransigencia, los maximalismos y las pequeñeces que subsisten en tantos.

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