Los partidos de la centroizquierda no es que estén mal, están peor que en 2010. En esa primera travesía por el desierto, aunque hubo aciertos puntuales como la llamada "letra chica", no se sinceraron totalmente los problemas que condujeron a la derrota. La incombustible popularidad de Michelle Bachelet posibilitó su retorno a La Moneda, eludiendo una reflexión más profunda. Enfrentados por segunda vez al "sin poder", se constata la poca utilidad de los atajos. A problemas no resueltos se añaden otros nuevos, mientras posibles referentes introducen más dilemas.

En el marco del declive de la socialdemocracia, sobresale Portugal. A sus habitantes, llamados por estos días los "nórdicos" del sur de Europa, les llueven unos elogios donde no faltan los del FMI.

Frente a qué hacer a partir del 11 de marzo es que se sitúan las declaraciones del ministro Secretario General de la Presidencia, Gabriel de la Fuente. Afirmó que "las colectividades de la Nueva Mayoría, sus centros de estudio y los actuales secretarios de Estado deberán resguardar la tarea de la Mandataria". La reacciones han tomado distancia, señalando que la principal responsabilidad de las colectividades es la de rearticularse. Enunciar un objetivo así presupone la existencia de una articulación previa, cosa para nada evidente. Recordemos que había que recurrir al programa de gobierno como elemento disuasorio porque las diferencias afloraban cada tres por cuatro. Por lo demás, es durante el segundo mandato de Bachelet que termina por trizarse una de las piedras angulares de la transición, amortiguadora de los efectos centrífugos de la secular fragmentación de la izquierda: la alianza entre la DC y el PS. Pero los problemas venían de antes. Ya un alto personero de la Concertación reconoció que, en los últimos tiempos, era en el comité político el único lugar donde los partidos se veían las caras. Por lo demás, de poco sirve que los partidos se articulen entre sí si no cumplen, en forma razonable, su primerísima razón de ser: articularse con la ciudadanía y sus demandas. El nivel de abstención electoral (cerca del 60%) y de militancia (7,2%), con encuestas como balcón preferente para asomarse a la realidad junto con una evidente orientación estado céntrica dan cuenta de lo lejos que se está de ello.

En todo caso, cualquier rearticulación está lejos de producirse por generación espontánea. Se requiere liderazgo. Michelle Bachelet ya ha anticipado que permanecerá en Chile y será la primera interesada en custodiar su legado. Ello añade sus bemoles a la forma en que el gobierno deberá enfrentar a una oposición que tiene, entre sus cartas, la de recurrir al machismo a conveniencia. No es para mirar en menos. El mundo atraviesa su primera "guerra cultural" global por obra del movimiento #Metoo y Chile no escapa a ello.