Entre la retórica y la política

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Al cumplirse los primeros 100 días el Gobierno muestra una retórica identificable, un estilo reactivo pero ágil, dificultades para estructurar políticas consistentes con la retórica desarrollada, una carencia de estrategia y una coalición altamente dividida.

En su cuenta pública el Presidente esbozó lo que a su juicio era la gran misión de su generación: transformar a Chile en un país desarrollado, sin pobreza, de clase media y con oportunidades y seguridades para todos, para vivir una vida feliz. El análisis del diseño gubernamental global deja entrever la búsqueda de un modelo económico más inclusivo que incorpora ideas como la de las "empresas B" e iniciativas basadas en la idea del "valor compartido"; una política social con un mayor protagonismo de la empresa en la solución de los problemas sociales, que recupera la idea de "soluciones privadas para los problemas públicos" y que admite la necesidad de mayores ingresos públicos para enfrentar la pobreza y la vulnerabilidad de los sectores medios y una perspectiva liberal en materia de valores.

Una revisión de estos primeros 100 días permite observar como el gobierno ha respondido con agilidad y sentido del marketing político a problemas que conmueven a la opinión pública. Apenas asumido, reemplazó al cuestionado director general de carabineros; hace pocos días el propio Presidente de la República aparece en un vehículo policial participando de una operación policial masiva. Sin embargo, todavía no se conoce una propuesta política maciza para enfrentar la complejidad del conflicto Mapuche, pareciendo a veces que se le concibe solo como un problema policial y de pobreza. En relación con el narco tráfico no se ha dado a conocer una estrategia integral para combatir este flagelo. Tampoco se conoce la política para enfrentar la grave situación que afecta a carabineros, que parece no haberse resuelto con el cambio masivo en el alto mando. En la economía, el Presidente captó con rapidez que no era conveniente ni por razones de imagen política ni por consideraciones fiscales reducir el impuesto de primera categoría a las grandes empresas desde un 27% a un 25%. Pero la "reforma" a la reforma tributaria que era presentada como el gran obstáculo para el crecimiento del ahorro y la inversión, se ha postergado para septiembre, pese a que se le consideraba una medida urgente. Llama la atención este retraso tanto por el carácter estratégico que se le asignaba a esta medida como porque se decía, durante la campaña, que miles de profesionales y expertos venían trabajando por más de un año en las principales políticas que deseaba impulsar el entonces candidato presidencial, y por tanto era presumible pensar que estaría definida desde hace ya tiempo. En el ámbito social, el gobierno anunció una elevación del 42% de las pensiones solidarias y del aporte previsional solidario; no obstante, todavía el país no conoce la propuesta para enfrentar la crisis del sistema de AFPs.

El Presidente se ha puesto como misión alcanzar el desarrollo. En sus presentaciones no se indaga respecto de por qué ello no ha sido posible, pese a que ha sido una promesa recurrente de las últimas administraciones. Como explicación solo se alude a la reforma tributaria y laboral y la situación de incertidumbre que habrían creado en el mundo empresarial lo cual, en el mejor de los casos, explicaría los problemas recientes. Pero si se revisa con calma las cifras de la producción industrial, la cuprífera, las concesiones de obra pública y la productividad total de factores (PTF), muestran todas un estancamiento desde el 2007–2008. No extraña en consecuencia que sigamos esperando que el gobierno presente una estrategia clara en estos campos.

En el ámbito social, las malas pensiones siguen abrumando a los actuales y futuros jubilados; la salud tanto privada como pública siguen presentando problemas serios y la desigualdad que aunque mejora según los indicadores tradicionales tiende a agudizarse si se toma en cuenta la alta concentración del ingreso en el 0,1 y 1 % más rico de la población.

Decía un destacado columnista de este diario que el verdadero indicador del triunfo de Sebastián Piñera será proyectarse en un gobierno de continuidad. Se trata de una formulación que invisibiliza el verdadero desafío que enfrenta el Presidente. La proyección en un nuevo período presidencial se hace viable en la medida que se pueda cambiar el horizonte y el sentido común de los ciudadanos. Ello presupone resolver los problemas de fondo que afectan al país y a la ciudadanía, cuestión que se hace difícil cuando una importante parte de sus bases políticas son la beneficiarias del actual estado de cosas.

A las dificultades que se enfrentan para pasar de la retórica a resolver los problemas políticos y a la definición de un proyecto para superar los problemas que afectan al país se suman los continuos conflictos y diferencias de opinión al interior del Gobierno (véase el caso del ministerio de Medioambiente), entre los partidos; entre ellos y el gobierno y entre las decisiones gubernamentales y su base social (el empresariado sigue insistiendo en reducir el impuesto de primera categoría y eliminar, en los hechos, la eficacia de  la cláusula general anti elusión) todo lo cual dificulta la formulación de las propuestas. Estas parecen ser las causas de la "parsimonia" que caracteriza la acción en materias de fondo del gobierno. Las diferencias al interior de la actual coalición de gobierno (como ocurrió también en la anterior administración) reflejan un fenómeno de fragmentación social que afecta a todos los países. Ello hace necesario un liderazgo político capaz de formular un proyecto que convoque a fuerzas sociales mayoritarios. Para ello resulta insuficiente centrar la atención en  la imagen comunicacional. Es indispensable que Piñera transite desde su condición de única figura de la derecha capaz de obtener un triunfo electoral a constituir un liderazgo capaz de transformar el proyecto discursivo en una propuesta política para enfrentar los desafíos actuales y futuros del país desde un enfoque conservador.

Es así como en los primeros 100 días de la administración se constata una sequía legislativa (reconocido por el propio gobierno al señalar "que no importa el número de proyectos sino su calidad"), un conflicto soterrado por acceder a cargos públicos y un clima de descalificaciones bastante generalizado. Se dice que ello es producto de las dificultades propias de la instalación pero pareciera que responde, junto con la falta de liderazgo de Piñera sobre la coalición, más a las dificultades de reformar un modelo que tiene entre sus principales beneficiarios, una parte sustantiva de los partidarios del gobierno. Así es como parafraseando a Franklin Delano Roosevelt buena parte de los seguidores del Presidente "entornan los ojos hacia el futuro con la cara vuelta hacia el pasado y no asumen responsabilidad frente a las demandas de los nuevos tiempos". Esto implica que el proyecto de transformación que posibilita alcanzar el desarrollo choca con el imaginario social de sus propios partidarios y partidos lo que implica que para alcanzar el éxito es necesario reconstruir los partidos junto con el viejo régimen. Hasta ahora pareciera una tarea imposible.

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