La señal del domingo



Por Juan Carvajal, periodista y ex director de la Secom

Que Chile cambió es, a estas alturas, una verdad transversalmente aceptada y en nombre de esos cambios hoy parecen hablar todos desde sus propias trincheras. Sin embargo, lo que no parece estar tan claro es cuáles son esos cambios, qué representan y cómo se manifiestan en la vida cotidiana y en la conducta ciudadana. De hecho, esta segunda vuelta electoral del domingo reflejó la más baja participación electoral de que se tenga memoria, con el 19,6% de presencia en las urnas, en circunstancias de que sus resultados representan un cambio sustantivo para los territorios. Aun cuando no se terminan de definir sus atribuciones, los gobernadores son un ejemplo concreto de descentralización del poder, de representación más auténtica y focalizada de los intereses ciudadanos y de una gobernanza más concentrada en el poder regional.

Una primera respuesta a tan baja representación electoral es la ausencia de una debida comunicación en torno a este cambio trascendental, cuyos parámetros quedaron más circunscritos a las elites que a la población en general. Una segunda reflexión nos muestra que, para la mayoría de las personas, la mega elección del 15 y 16 de mayo concentró el interés en los constituyentes y no así en los gobernadores y su futuro rol.

Por cierto, la elección de constituyentes dejó de manifiesto que la mayoría de los votantes quería caras nuevas, que desconfía de la política y sus representantes y que selló con su voto la intención de que -a través de una nueva Carta Magna- se sentaran las bases para una nación más participativa, más igualitaria, con mayor justicia social y con el fortalecimiento de los derechos ciudadanos.

Cuando estos resultados se interpretaron en clave política, aparecieron triunfadores y perdedores y comenzaron los lógicos y esperados cálculos y proyecciones electorales. El bloque Frente Amplio-PC sintió que el país se había “izquierdizado”, tanto como para desechar cualquier alianza con la centroizquierda a la que tildó de “neoliberales” y, como suele suceder, la clave política se transformó en lectura ideológica y los “neoliberales” pasaron a ser también “traidores”.

Sin embargo, los resultados de la significativa segunda vuelta electoral del domingo en la Región Metropolitana obligan a una lectura más profunda de los cambios ocurridos en el país. Como enseña la historia, no hay peor cosa que transformar la lucha social y política en una guerra de trincheras; la inmensa mayoría ciudadana quiere profundos cambios, pero con estabilidad y paz social. Sacar cuentas alegres no cuesta mucho, echarle la culpa al adversario tampoco. Lo que está realmente pendiente es detectar cómo hacer que esa mayoría silenciosa y desencantada recupere la confianza, y con su voto y participación sea un actor relevante en la construcción de un país más justo y solidario.

Eso es lo verdaderamente pendiente, porque los países solo se hacen grandes cuando no dejan a nadie afuera. El Chile del futuro debe dar espacios y oportunidades a todos lo que habiten esta tierra.

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