La sombra de una duda



Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador

No hay suspenso en lo de mañana. Incertidumbres, sí, en cantidades. Fuera de la intranquilidad que hemos debido aguantar todo el año, futuros asombros no son descartables, pero ¿qué tan definitorios serán sus efectos? Gana el Apruebo y tendremos elección de constituyentes, adicionales a las de alcaldes, gobernadores, parlamentarios y Presidente; habrá que redactar un proyecto constitucional, someterlo a referéndum, y aun así podría mantenerse la Constitución actual. Nada indica tampoco de que no se vuelva a chantajear. Si estamos ante este plebiscito es porque la violencia ha hincado sus garras, impuesto sus términos, y las protestas la han aleonado.

El Rechazo, en cambio, nunca ha sido alternativa. La Constitución ya fue desahuciada. El 15-N, Piñera abjura de su promesa de “guardar y hacer guardar la Constitución” a cambio de salvar su pellejo; por el otro lado, el Congreso renuncia a su potestad constituyente, primera vez en su historia, como ha sostenido Sofía Correa. La simetría es perfecta. Nuestras dos principales instancias representativas, tras venir generando empates políticos desde hacía tiempo, ni que se hubiesen puesto de acuerdo. Sí, ha leído bien: optan por anularse institucionalmente, volviendo notoria su ineptitud. Todo ello, en medio de estallidos y demandas tumultuarias. De no creerlo.

Lo que es el delegar en el “pueblo” la posible resolución de este desaguisado crónico, no es sino un artimaña, una apuesta en el aire, propio de tribunos radicalizados. Más allá de los vanos atributos con que se le halaga -que sería un portento de sabiduría incorrupta, amén de criatura doliente- el tan acariciado “pueblo” no ha dejado de manifestarse una y otra vez equívocamente, tan incendiario y carnavalesco, como deliberativo su afán, con la salvedad que todavía no decide cuál es su auténtica vocación. En un escenario así de despelotado, salidas populistas y autoritarias como las que se han visto innumerables veces no son impensables. Mientras tanto, habrá que seguir soportando nuestro modus vivendi diario: las pugnas por el poder en cuanto espacio y agenda vociferante, sea calle, aula, medios o Zoom, y el desgaste cívico consiguiente. Es decir, el plebiscito no va a resolver las incertidumbres, puede que hasta aumenten.

En fin, misterio, sorpresa o suspenso no están dentro de las posibilidades, mañana. No como las concibe Alfred Hitchcock respecto a espectáculos de taquilla. En esta película el público está sobre aviso hace rato. Sabemos que pisamos campo minado. Bombas pueden estallar en cualquier momento. Según Hitchcock, “no hay terror en el bang sino en su anticipación”. El bang lo tuvimos. En cuanto al desasosiego, vértigo y sicosis, llevamos un año en esa vaina; el suspenso hace rato se acabó. Y, nada, hay quienes todavía insisten que este país es serio.

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