La última autopista urbana

tunel


Hace 60 años, el primer plan Metropolitano de Transportes determinó los principales corredores, fajas e infraestructura necesaria para acomodar el crecimiento de la capital hacia el tercer cuarto del siglo XX. Si no fuera por esa visión, no contaríamos con la red de Metro ni con uno de los sistemas más eficientes de autopistas urbanas tarificadas en Latinoamérica. Lamentablemente, muchos olvidaron que el país crece, haciendo necesario prever futuras demandas. De hecho, con o sin autopistas, hoy se venden al día más de 650 autos en Santiago.

Si bien las autopistas urbanas son un paradigma del siglo XX que va en retirada en ciudades desarrolladas, que cuentan con un transporte público de calidad, en el caso de Santiago es crítico completar el sistema vial expreso cerrando el anillo de Américo Vespucio y construyendo la Costanera Central hasta Puente Alto. Aunque no nos gusten, las autopistas urbanas son clave para aumentar la movilidad, ya que amplían las áreas de mercado permitiendo acceder a más oportunidades. Además, en la medida que sean tarificadas, permiten racionalizar y optimizar su uso. Por último, las comunas con mayor aumento de viajes son las de clase media emergente, y Santiago carece de avenidas que la conecten de norte a sur al oriente de Vespucio.

Estas son algunas de las razones por las cuales es imperioso completar Américo Vespucio Oriente (AVO), pero condicionado a que su diseño sea lo menos disruptivo posible. El estándar de diseño ya cambió respecto a las primeras autopistas. Desde que se construyó Acceso Sur soterrada bajo Av. La Serena en La Pintana hoy no se concibe una nueva autopista urbana en superficie, por lo que la exigencia de soterrar AVO no es capricho de ricos sino señal de los nuevos tiempos. AVO contó con un inédito trabajo donde Concesiones del MOP incorporó paisajistas, expertos en transporte y representantes de los municipios en el diseño del proyecto, salvando parte importante del parque Américo Vespucio. Lamentablemente, una vez licitado, la concesionaria Sacyr introdujo modificaciones que afectan la integridad del proyecto, como el reemplazo de un tramo de túnel en Huechuraba por un viaducto en segundo piso que avanza sobre la ladera del San Cristóbal. Así también la Seremi de Transportes en su desesperación por reservar fajas para mejorar el Transantiago introdujo en la Resolución de Calificación Ambiental una propuesta de corredor segregado sobre el parque que terminaría en un callejón sin salida al llegar a Mapocho.

En este sentido es destacable la determinación de los ministros de Obras Públicas y Transporte por volver a poner racionalidad en el tema. Es hora de sacar de la ecuación juicios clasistas; entendamos la ciudad como sistema y exijamos a la concesionaria que cumpla con los acuerdos comprometidos.

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