Las mobike no

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Percibo en redes sociales la alarma y desconcierto que ha generado en la comunidad hípster el destrozo de mobikes por manifestantes del pasado jueves en la capital. Es que no lo pueden creer: cómo tanta maldad. Si las mobikes sólo pretenden hacer el bien, limpiar nuestra ciudad del sucio esmog y contrarrestar ese daño que a diario provocan miles de egoístas automovilistas que sólo se movilizan para perjudicar al resto y deteriorar nuestra calidad de vida.

Por supuesto, la comunidad comprende y solidariza con el sentimiento de los manifestantes, pero no se descarguen contra este elemento sacrosanto que, de paso, confiere a quien lo utiliza una superioridad ética y moral a prueba de cualquier código de conducta.

Dicho lo anterior, la comunidad cleta tampoco entiende el sinfín de reglas a las cuales debe ahora someterse como consecuencia de una nueva legislación que, se supone, tuvo como origen la defensa de sus intereses y no lo contrario, como ahora tiende a percibirse.

Porque, ya está dicho, quien pedalea por las calles goza de por sí de una autoridad de la cual carece, por definición, el automovilista y que apenas se esboza en el caso de los peatones. Entonces, tanta disposición resulta innecesaria. Mire que obligarme a utilizar casco. De dónde sacaron esto de no poder andar por las veredas. Oiga, cómo se le ocurre pedirme chaleco reflectante en la noche. Si aquí el que pone las exigencias somos nosotros, porque pedaleamos y no contaminamos. Punto.

Incluso el otro día un par de Carabineros arrestaron a una fiel representante del espíritu cletero porque no portaba ninguno de estos implementos, transitaba por la vereda y no quiso entregar su cédula de identidad. Miren qué descriterio el de los uniformados. Qué más se podía esperar de una institución tan abusadora.

Así que la vista se vuelve hacia los parlamentarios, ese grupo de personajes que elabraron una ley que nadie entiende, que resulta casi imposible de fiscalizar y que, para más remate, no dejó contento ni siquiera al público con el que esperaban solidarizar. Sospecho que los chicos listos de Giorgio ya están viendo cómo cambiarla.

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