Las multitudes constituyentes



Por Juan Fernández, académico-investigador del Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Juventud UCSH

Entre octubre de 2019 e inicios de marzo de 2020 se desplegó del modo más activo y recurrente de las últimas décadas el fenómeno de la protesta social. Reiterada, masiva, extendida en ciudades, poblados y autopistas. Intensa, tanto pacífica como de resistencia combativa, forjó día a día una situación, un ambiente y un contexto histórico que marcó una experiencia significativa para millones de personas. Estallido y revuelta.

Fue la acción de una gran multitud. En distintos lugares a lo largo del país había multitudes que se encontraban en las calles y en otros espacios, cantaban, gritaban, bailaban, marchaban, recriminaban, discutían, sonreían.

El proceso constituyente surgió de la multitud, como surgen los procesos constituyentes. Aunque tras décadas de neoliberalismo radical, se trataba de una multitud de individuos que se debatían internamente entre la frustración y la rabia, la insatisfacción por la situación personal y familiar, y la necesidad de encontrarse con otros para evidenciar que los abusos, exclusiones, vulneraciones y sufrimientos los compartían con miles y con millones de otros desconocidos. Existía un vínculo invisible, que aun cuando a ratos se conocía más que se intuía, no emergía de modo extensivo hasta llegar a conformar un sentimiento de causa común.

Ocurrió, la multitud apareció y se comprendió a sí misma como un potencial de cambio transformador. Pero la respuesta estatal fue brutal, la fuerza de las policías y de los militares, con la instrucción o la omisión de las autoridades civiles, redundó en violaciones generalizadas y masivas de los derechos humanos (atestiguadas por cuatro informes de organizaciones internacionales) y miles de víctimas, cientos de ellas cegadas parcial o totalmente. También con cientos de detenidos que permanecerían más de un año encarcelados sin un debido proceso.

A dos años del 18/O, una Convención Constitucional debate y escribe la nueva Constitución. Con actores diversos como pocos o como ningún espacio institucional, con un desafío gigante y rodeada de miradas, algunas que desconfían, algunas incluso indiferentes, otras que se ilusionan y muchas que esperan que lo que salga de ahí sirva para terminar con la oprobiosa desigualdad, el maltrato y la exclusión.

Miradas, oídos y voces que se repiten a lo largo de los territorios. Un par de datos al mapear las convocatorias a asambleas, acciones colectivas o expresiones ciudadanas por medios digitales en el 2020 y el primer semestre de 2021 (ver Boletín N°3 Participación popular y territorio): se evidencia un significativo alcance territorial popular, pues en el 93% de las comunas con elevados niveles de pobreza (228 de 245) hay presencia de agrupaciones que expresan actividad con visibilidad digital.

Por otro lado, el abanico temático es significativo, pero sobresalen de modo importante como temas movilizadores lo socioambiental (presente en el 69% de las comunas), las referencias electorales al plebiscito constitucional y a la elección de convencionales constituyentes (en el 55% de ellas) y los temas vinculados a feminismos y defensa de los derechos de la mujer (en el 43%). Más atrás, con presencia en torno al 20% de las comunas están las temáticas referidas a los pueblos indígenas, la ayuda mutua y la defensa de los DD.HH. ante la violencia estatal. Esto varía según tipo de comuna en el eje urbano rural y según niveles de pobreza.

En la base de las multitudes existe una enorme capilaridad en su emergencia y un carácter reticular, que pone en contacto a diversas personas entre sí, no necesariamente bajo una orgánica ni una estructura, sino que bajo una voluntad y un anhelo. Una potencia que resistió silenciosa la pandemia, que dejó por más de un año las calles, pero que sigue atenta y que se reactiva de tanto en tanto, dotando de significados también diversos al proceso constituyente, ese que probablemente tiene muchas lecturas e interpretaciones en la ciudadanía, y que va más allá de las sesiones de la Convención, y encarna en la cotidianidad del espacio local, donde algunos (pocos o muchos según el lugar) siguen esperando que en el camino, no solo al final de él, sino que en la marcha, se comience a vislumbrar un país con más dignidad.

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