Lecciones tras la "deuda subordinada"

Fachada Banco Central


Con el fin de la "deuda subordinada", al terminar el Banco de Chile de servir su compromiso con el Banco Central, queda en la historia la llamada "crisis de la deuda", que asoló a Chile y América Latina en la década de los ochenta, uno de los episodios más extremos de crisis económica enfrentado por nuestro país. El origen de la crisis fue externo. Avanzado el año 1979 el presidente de EE.UU. Jimmy Carter designó a cargo de la Reserva Federal a Paul Volker, que inmediatamente introdujo una política de ajuste riguroso para contener la inflación que se desbordaba, llevando las tasas de interés en Estados Unidos a 15% y hasta 20% en los meses siguientes.

El dólar, que había estado debilitándose, lo que estimuló fuertemente el endeudamiento externo -público y privado- en todos los países en el "área dólar", se apreció con fuerza ante el cambio de política monetaria, llegando a duplicar su valor frente al marco alemán. La consecuencia inmediata fue la caída de los precios en dólares de los bienes comerciados internacionalmente -hasta 50% en el caso de Chile- lo que, en un contexto de tasas de interés internacionales muy elevadas, hizo que los niveles de deuda externa, en Chile y en América Latina en general, se vieran fuera del rango de lo posible de pagar. La crisis estaba desatada y América Latina se adentraba en lo que se designó como su "década perdida".

Los chilenos enfrentaron penurias, con una caída del PIB cercana al 14% en 1982, fuertes dificultades para las empresas, y tasas de desempleo en niveles desorbitados. En ese difícil contexto hubo de buscarse solución al problema de una banca enteramente descapitalizada, fiel reflejo de los daños experimentados por el aparato productivo. Entonces, entre muchas otras acciones de política económica para enfrentar la crisis sin deteriorar la capacidad del país de volver a crecer, se reformó la legislación bancaria, se renegoció la deuda externa y se diseñó el mecanismo de deuda subordinada, para recapitalizar los bancos sin que ello significara ni el cese de sus operaciones, ni tampoco transferir recursos a los accionistas que ya habían perdido su patrimonio.

Tres años después de la crisis la economía daba signos de recuperar su pujanza y se avanzaba en la superación de la "crisis de la deuda", lo que se completó hacia el fin de la década. Con un buen desempeño en el tiempo, la deuda subordinada dejó de ser un tema de relevancia económica, hasta ser completamente extinguida en días recientes, con ocasión de los últimos pagos efectuados por el Banco de Chile, en un contexto de completa fortaleza de nuestro sistema financiero.

Chile fue uno de los países más impactados por la crisis. Su insistencia en medio de las dificultades, sin embargo, en fortalecer la institucionalidad de una economía libre para retomar el progreso, le permitieron un desempeño posterior muy superior al de otros países menos dañados. La lección parece clara: son el país y sus decisiones los que definen el futuro al que se puede aspirar. La experiencia de Chile en materia de crecimiento muestra que, más allá de períodos transitorios buenos y malos, e incluso de crisis severas, la calidad de las políticas es la que define el desempeño de una economía.

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