Liderazgo

Macri y Pichetto
Foto: Reuters


La transmisión televisiva desde el búnker del macrismo este domingo lo decía todo. El Presidente-candidato argentino devastado. La concurrencia abatida.

¿Murió, acaso, la posibilidad de reelección de Macri? Todo parece indicarlo. Se sabe, por supuesto, que la política, como la vida, es dinámica e impredecible. Ha habido casos de remontadas épicas y farras épicas. La verdad, sin embargo, es que los 15 puntos de diferencia son muchos. Los márgenes para la sorpresa se han vuelto mínimos. La economía argentina no va a mejorar en los próximos 90 días. Ya no pueden surgir nuevas candidaturas. De aquí a noviembre, esa gran estudiante de Maquiavelo que ha demostrado ser Cristina Fernández va a mantener un discreto segundo plano. No puede descartarse, por supuesto, que aparezcan nuevas investigaciones que saquen a la luz pública más material, todavía, del pozo sin fondo de las trapacerías del kirchnerismo. Dudo, en todo caso, que denuncias adicionales hagan mella en la decisión tomada hace dos días por 10 millones y medio de argentinos.

Mucho se ha dicho sobre las razones de la derrota de Macri. Comentaristas de derecha le han criticado no haber sido suficientemente rápido y drástico en aplicar las reformas liberales que se habrían necesitado. Se trata de un contrafáctico bien complejo. ¿Cómo llevaba adelante las políticas de shock? ¿Saltándose el Congreso Nacional?, ¿rompiendo con sus aliados de la Unión Cívica Radical?

Sin perjuicio de las muchas otras causas para lo ocurrido, quiero poner foco en los problemas del liderazgo del propio Macri. Su triunfo en 2015 fue mucho más un voto contra la corrupción y sectarismo asociados al kirchnerismo, que un voto de identificación con su persona o sus políticas. Claramente, Cristina leyó bien el resultado. Se pasó los siguientes cuatro años cultivando un perfil más humano (autobiografía incluida), tendiendo puentes hacía viejos adversarios y, finalmente, en movida maestra, dejando el protagonismo a un justicialista simpático. Macri, en cambio, actuaba como si la Providencia lo hubiera preparado para salvar a Argentina. Muy pronto, las promesas desmesuradas le empezaron a pasar la cuenta al Presidente.

Es entendible, por supuesto, que un presidente que puede reelegirse trate de hacerlo. El problema es que la obsesión de Macri con la reelección se volvió transparente. Más ostensible que su preocupación por los más pobres. Para millones de argentinos, el crédito de 50 mil millones de dólares del FMI (Cuco allende Los Andes), en 2018, parece salvataje para que el gobierno de derecha gane la elección de 2019 (dejando al Pueblo encalillado por años). Y qué pensar cuando su Presidente "liberal" decide congelar los precios de artículos de primera necesidad hasta justo después de la elección presidencial.

Cuando los países enfrentan grandes crisis, necesitan grandes líderes. Macri no estuvo a la altura. Pueda ser que Alberto Fernández se libere de la tutela kirchnerista y responda al desafío.

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