Lo que se juega en España

Pedro Sánchez
El presidente del gobierno español, el socialista Pedro Sánchez, comparece ante la prensa tras la reunión extraordinaria de gabinete, en Madrid.Foto: Reuters


Entre prematura y simplista pareciera la declaración de fin de la crisis en la eurozona con el término del rescate griego emitida por Pierre Moscovici, comisario de asuntos económicos, al observar otras situaciones. Es el caso de España, que enfrenta el próximo 28 de abril las terceras elecciones generales en menos de cuatro años, a las que seguirán -con apenas un mes de diferencia- municipales, europeas y autonómicas. Acontecen luego de que el Presidente Pedro Sánchez viera rechazados en el Congreso de los Diputados sus presupuestos generales.

Aunque el mandatario socialista emergió como Presidente luego de una moción de censura en la que no trepidó en recurrir al apoyo de los que buscan romper España, intentó neutralizar luego su fragilidad de solo 84 diputados a través de concesiones. En paralelo, sin prisa pero sin pausa, los vascos elaboran un nuevo estatuto que contemplaría más competencias. Pero los gestos al independentismo encontraron un límite: el inicio del juicio a doce de los cargos implicados en la declaración unilateral de independencia así como la creación de la figura de un relator-mediador con Cataluña, saltándose a la torera las instituciones previstas para tal fin. La sensación de hartazgo se concretó el 10 de febrero con una apoteósica manifestación de rechazo en Madrid. La llamada "cuestión catalana" y el clima que genera colma ya muchas paciencias, contribuyendo además a secuestrar el debate de temas de futuro tales como las pensiones o la dualidad del mercado laboral.

La convocatoria a las urnas enfrenta un contexto de cambios: creciente dinámica multipartidista, mayor fragmentación y volatibilidad, así como la posibilidad de un gobierno de coalición a nivel nacional, algo todavía inédito. Hay también continuidades: el bipartidismo PSOE-PP se ve reeditado en dos bloques cruzados por la cuestión territorial. Se advierte que, junto con el feminismo, serían las palancas de movilización electoral aunque Narciso Michavila, presidente de GAD3, resalta el protagonismo del primero. En España, una mujer enfrentaría desigualdad menos en condición de su sexo que por su edad o territorio donde vive. Esa misma desigualdad territorial, más que una súbita radicalización de derecha, explicaría, a su juicio, la irrupción de Vox.

Al problema territorial de España, donde un estado extensivamente descentralizado coexiste con nacionalismos de corte identitario y deriva radical, no se le ve solución fácil. No solo por su insaciabilidad sino porque, al desconocer el estado de derecho y al que despectivamente llaman "régimen del 78" que emana de la Constitución, poco o nada se puede con ellos negociar. ¿A quién puede extrañarle que, como reacción, haya surgido entonces lo que se conoce como "patriotismo constitucional"?

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