Los desafíos del nuevo gobierno de Brasil

(AP Photo/Andre Penner)


Luiz Inácio Lula da Silva asume por tercera vez la presidencia de Brasil. Lo hace, sin embargo, en un escenario muy distinto al de su primera llegada al poder en 2003. En esa ocasión su triunfo se dio al inicio de uno de los periodos más virtuosos de la historia reciente de América Latina, con un boom de los commodities que favoreció un crecimiento histórico no sólo de Brasil sino de gran parte del continente. Y también en un periodo en que la región no vivía el actual nivel de conflictividad política y social, ni venía saliendo de una pandemia. Pese a la crisis argentina de comienzos de siglo y la consolidación de Hugo Chávez en el poder en Venezuela, Latinoamérica respiraba entonces un ambiente de mayor prosperidad y el ascenso de la clase media se había convertido en una de las características centrales de los procesos que enfrentaban la mayoría de los países emergentes.

El mandatario más popular del mundo, como describió a Lula da Silva en 2009 el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, hoy está lejos de serlo. Llegó al poder no sólo tras haber sido condenado por corrupción y liberado por fallas en el procedimiento judicial, sino también luego de una elección donde su rival, el ex mandatario Jair Bolsonaro –desafiando a los pronósticos- logró cerca de 60 millones de votos en segunda vuelta y perdió por menos de dos puntos de diferencia. Resultado que da cuenta de la profunda división que vive Brasil y que deberá administrar el nuevo mandatario, quien además tendrá que relacionarse con un Congreso no sólo fragmentado, sino donde las fuerzas opositoras son claramente mayoritarias. El amplio espectro de su gabinete da cuenta también de la pluralidad de voces que forman su propio gobierno.

Pero si el nuevo mandatario brasileño enfrenta complejos desafíos internos, con una economía que redujo sus proyecciones de crecimiento para 2023 y una amenaza latente de que aumente la violencia política ante el clima de polarización que se vive en el país, es en el plano internacional donde surgen mayores interrogantes. Lula llega al poder en una América Latina que ha venido experimentando un sostenido giro hacia la izquierda, donde las cinco primeras economías de la región están en manos de gobiernos progresistas. Pero al contrario de lo que pasaba en la primera década del siglo, cuando también la región era dirigida mayoritariamente por gobiernos de izquierda, hoy el escenario global y regional es más complejo y existe una evidente diferencia entre los distintos gobiernos de izquierda. En ese sentido, la línea que asuma Brasil será clave.

Son positivas las declaraciones del flamante canciller brasileño que aseguró hace unos días que la política exterior de su país estará completamente despojada de ideología. Sin embargo, más importante aún será ver en los hechos la posición que asuma el nuevo gobierno brasileño ante temas relevantes para América Latina, como la situación venezolana o la crisis de Perú. El mandatario colombiano Gustavo Petro ha mostrado en ese sentido posiciones que poco ayudan a reforzar la democracia y la institucionalidad en la región, con su acercamiento a la dictadura venezolana o la defensa del expresidente peruano Pedro Castillo, pese al abierto intento de golpe de Estado. La democracia enfrenta tiempos difíciles y está siendo desafiada en América Latina y en el mundo. Por ello, el papel que asuma el nuevo mandatario brasileño en ese ámbito será decisivo.

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