Los recuerdos de Yasna



Por César Barros, economista

Luego de más que duplicar en votos a su contrincante más cercana, Yasna Provoste arengó a sus seguidores en Vallenar recordándoles a la Democracia Cristiana que ella añoraba: la de la reforma agraria y la “promoción popular”. En los años de la DC que ella tanto añora, Yasna con suerte gateaba, y por eso es comprensible que añore la época de la reforma agraria.

La reforma agraria fue el robo más grande del siglo XX. Expropió sin pago unos 9 millones de hectáreas físicas, cuyo valor actual -a precios de hoy- es incalculable. Se les pagaba a los dueños de la tierra entre el 1 y el 10% del valor fiscal, con bonos a 30 años sin reajuste (la inflación en tiempos de Freí Montalva rondaba el 30% anual, y con la UP sobre el 100%). Prometían hacer del campesinado nuevos propietarios, pero solo hicieron “asentamientos”: una especie de “kolkhozy” soviéticos, administrados por funcionarios de la Corporación de la Reforma Agraria con resultados de corrupción y altísimos costos fiscales. El crecimiento del PIB agrícola fue de mediocre a pésimo (2% entre el 64 y el 70 y -4,6% entre el 70 y el 73) y su resultado un fracaso reconocido incluso por sus autores.

Por otra parte, el daño político fue enorme. La reforma agraria y la “promoción popular” no lograron reelegir a la DC el año 70, le pasaron la batuta a Allende y a la UP, solo para empeorar las cosas.

La data dura del proceso es concluyente: no hay dos versiones. Y para vergüenza de Yasna, quien dio verdadera propiedad privada a los “asentados” fue el gobierno militar, y luego el odiado neoliberalismo, que trasparentó un tipo de cambio adecuado, bajó los aranceles de sus insumos, y a partir de ahí nació la agricultura exportadora y la que abastece a nuestras ciudades. Ella haría bien en recorrer la historia del gobierno que tanto admira, que tuvo una inflación promedio (1965- 1970) del 32,5% anual y un crecimiento menos que mediocre comparado con sus pares de América Latina, Asia y el mundo.

Y vamos a las ideas de la izquierda en general -Boric incluido- que quieren tener empresas públicas en cuanta cosa se les ocurre. Claro, ellos -como jóvenes que son- no vivieron a la CTC con sus años de demora para instalar un teléfono fijo, que luego podría ser de un día para otro un “dos por línea”. Cosa que cambió radicalmente una vez privatizada. Tampoco conocieron las inversiones del Seguro Obrero o de las diferentes “cajas” que solo financiaban el déficit fiscal, y no sufrieron los continuos cortes de luz y agua potable de las empresas fiscales a cargo. Tampoco viajaron al sur por carreteras que cruzaban por el centro de Rancagua, Chillán y Temuco detrás de un camión viejo. Ahora que viajan por los bypass a 120 km. por hora, lloran por los peajes y el TAG.

Si algo ha aprendido el mundo, es que el Estado es un pésimo empresario. Y sobre eso hay datos duros. Por algo cayó el Muro -después de décadas haciéndonos callar-, desapareció la URSS, y solo quedan en su soledad y pobreza Corea del Norte, Venezuela, Cuba y Nicaragua. Pero la juventud de izquierda se niega a ver los números y la realidad. Sueña con un Estado probo, incorrupto y eficaz. Como el del Sename, de la salud pública, de las cárceles y de las fiscalías.

Pero la realidad es más fuerte, y más temprano que tarde, Yasna, Gabriel y otros, verán lo que todos ven menos ellos. Y leerán lo que se niegan a leer y estudiar por ahora.

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