Luz al final del túnel

La Constitución. Foto: Pablo Ovalle Isasmendi / Agencia Uno.
La Constitución. Foto: Pablo Ovalle Isasmendi / Agencia Uno.


Se cumple cerca de un mes desde el estallido social que ha sacudido a Chile. El 18 de octubre del 2019 entró ya en la historia como el momento de inicio de una revuelta sin precedentes. Han sido días alegres para muchos que descubrieron el valor de la acción colectiva y muy tristes y angustiosos para otras víctimas de la violencia. Las pérdidas en vidas, heridos, mujeres víctimas de agresiones sexuales, patrimonio público y privado son gigantescas.

Afortunadamente, el proceso tiene un lado A, sustentado en la movilización pacífica de millones de chilenas y chilenos, y alienta constatar cómo al cumplirse casi un mes desde el inicio de la revuelta se divisan luces al final del túnel. En cuestión de días, la necesidad de una nueva Constitución se ha transformado prácticamente en un lugar común. Todos los partidos de oposición, desde la DC hasta las distintas fuerzas que constituyen el Frente Amplio, han suscrito un acuerdo en torno a la tríade plebiscito, asamblea constituyente y nueva Constitución. Por su parte, en un gesto que lo enaltece, Renovación Nacional, el principal partido de la coalición de gobierno, se ha pronunciado también a favor de una nueva Constitución. El Presidente Piñera ya lo había hecho en su mensaje a la nación del día martes 12 recién pasado. En este cuadro, la decisión de los alcaldes de Chile de convocar en todas sus comunas a un plebiscito que consulte sobre la necesidad de cambiar o no la Constitución y el mecanismo más idóneo para hacerlo es una contribución fundamental. El próximo 7 de diciembre podremos ser millones los que mostremos nuestra voluntad de dotar a Chile por primera vez en su historia de una Constitución emanada de la ciudadanía.

Falta todavía mucho para salir de esta crisis. Hay que construir un cordón sanitario que aísle y termine con una violencia aterradora que se ha beneficiado de una cierta condescendencia de la población.

En estos días, la cuestión del mecanismo para producir la nueva Carta Magna ocupa un lugar central en el debate. En este plano hay también avances importantes. A estas alturas, somos ampliamente mayoritarios quienes sostenemos que la nueva Constitución debe resultar de una instancia participativa que cumpla con una condición fundamental: ser legítima frente a los ojos de la ciudadanía. En síntesis, una asamblea constituyente.

La cuestión de la legitimidad es crucial. El fondo y la forma se confunden. No basta con buenos contenidos. Las formas son decisivas. Cualquier acuerdo que no emane desde la base social puede condenar al fracaso. La salida requiere sin dudas del concurso de las instituciones. El Congreso debe votar la reforma constitucional que habilite la convocatoria a plebiscito. Su aporte es fundamental, pero debe hacerlo desde la humildad y el reconocimiento de un hecho fundamental: este proceso lo inició el pueblo de Chile y es él el principal llamado a resolver sobre su destino.

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