Macri: el sueño roto

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A quienes lo criticaban por pactar con Stalin para derrotar a Hitler, Franklin Delano Roosevelt les mencionaba un viejo proverbio balcánico: "Está permitido en tiempos de grave peligro caminar con el diablo hasta haber cruzado el puente". Mauricio Macri no es FDR, Cristina Fernández no es Hitler y Miguel Ángel Pichetto no es Stalin, pero el recuerdo sirve para ilustrar lo que ha hecho el Presidente argentino para rescatar sus opciones en las elecciones de octubre.

Es probable que, al escoger a Pichetto como su compañero de fórmula, Macri haya vendido el alma al diablo. Ante la posibilidad de caer derrotado, el mandatario hizo una apuesta sorpresiva, quizás al costo de volverse irrelevante en su propia administración y de dejar de lado la misión restauradora que lo llevó a la Casa Rosada en 2015.

Hay que entender con quién pactó Macri. Pichetto es un producto típico del peronismo, un movimiento que alguna vez tuvo un proyecto para Argentina, pero que hoy no posee otra ideología que el poder. Como digna encarnación de ese paradigma, el senador siempre consigue quedar bien ubicado. Diputado desde 1993 y senador desde 2001 gracias a su lealtad con Carlos Menem, adhirió al "duhaldismo" durante la administración provisional de Eduardo Duhalde (2001-2003). Luego apoyó a Néstor y Cristina Kirchner y su Frente para la Victoria; cuando la señora K perdió atractivo, la abandonó y abrazó a Macri. Pichetto es como un girasol: apunta a donde hay más luz y calor.

Macri ha visto en él la posibilidad de un rescate. Pero no es aventurado conjeturar que, al aliarse con Pichetto, el Presidente haya rendido el poder y sus sueños para mantener el gobierno. Ha ubicado en el corazón de su gestión política la infinitamente hábil maquinaria peronista. La decisión de incluir a Pichetto pone también la lápida a las reformas de fondo que Macri prometió para sacar a Argentina del proceso de decadencia que viene sufriendo desde hace décadas.

La pragmática movida del mandatario sugiere que él ya se ha resignado: sus reformas no funcionaron y ahora solo le queda salvarse a sí mismo. Macri, el Presidente no-peronista, terminará su período, venciendo las predicciones de los agoreros. Pero se ha rendido, confirmando de paso que la única gobernabilidad posible en Argentina es la que provee el justicialismo. La paradoja es que Macri ha tenido que matar al proyecto macrista para hacer viable su eventual continuidad en el gobierno.

La movida podría llevarlo al éxito electoral en octubre. Pero a la no tan larga es muy probable que sean los peronistas los que terminen festejando. Y que, una vez más, Argentina pague los platos rotos.

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