Malas noticias



No son alentadoras las cifras económicas del último tiempo. Y no estoy hablando del Imacec de febrero ni del IPC de marzo que son solo coyuntura. Me refiero a datos estructurales que pintan un horizonte de mediano plazo mediocre. Por ejemplo, el World Economic Outlook que acaba de publicar el FMI pronostica que Chile crecerá un 3,4% este año, y que ese será el crecimiento más alto de los próximos seis años. O sea, con los ojos de hoy ese 3,4% es un registro mediocre; en 2024 será un sueño crecer eso. Y todo esto mientras otros sudamericanos serán más dinámicos. Mala cosa.

Por otro lado, el Banco Central publicó las Cuentas Nacionales del año 2018. Según esos datos, el Ahorro Nacional Bruto de 2018 representó un 19,5% del PIB, cifra similar al 19,4% de 2017. Pues bien, esos niveles de ahorro son los más bajos de los últimos 30 años. Y no se puede echar la culpar al empedrado (precio del cobre, ajuste cíclico y así). Y si ahorramos menos que antes, habrá que invertir y crecer menos que antes. Si no lo hacemos, arriesgamos una crisis de balanza de pagos, como las del pasado lejano.

Es evidente que la economía chilena agotó un ciclo virtuoso, y que ahora requiere un reimpulso en el esfuerzo por alcanzar el desarrollo pleno. Se trata de introducir cambios profundos en la estrategia, tema sobre el que hemos insistido desde esta tribuna. Pero este es el cuarto gobierno consecutivo que no hace nada relevante al respecto.

Pero todavía se puede. Veamos un ejemplo a propósito de la Reforma Tributaria que se debate en el Congreso.

Uno de los impuestos que más afecta la inversión por peso recaudado es el de Primera Categoría, que grava las utilidades de las empresas. ¿Por qué? Porque afecta directamente la rentabilidad de la inversión. Por ejemplo, imagine un inversionista que busca una rentabilidad después de impuestos de 8% anual. Si la tasa de primera categoría fuera de 15%, como fue el caso en los '90, la rentabilidad antes de impuestos deberá ser igual o superior a 9,4%. Si la tasa del impuesto fuera 27% como es hoy, la rentabilidad antes de impuestos deberá ser 11%. Además, ese impuesto afecta con mayor fuerza aún al ahorro de las empresas (las utilidades reinvertidas), ya que mientras mayor es el gravamen la empresa preferirá aumentar su deuda y reducir su ahorro.

Por otro lado, los impuestos que menos afectan a la inversión son los que gravan el retiro de utilidades de la empresa (el Impuesto Adicional y el Global Complementario). ¿Por qué? Porque cuando cambian esos impuestos la mayor parte del impacto económico ocurre en el precio de las acciones y no en las decisiones de la empresa.

El proyecto del gobierno busca reintegrar los impuestos a las empresas. ¿Qué significa eso? Mantener la Primera Categoría en el 27% actual y bajar los impuestos para el retiro de las utilidades. Yo recomendaría exactamente lo contrario: una desintegración de 100%, y bajar la Primera Categoría lo más que se pueda. Salvo que no nos guste invertir ni ahorrar.

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