Malditas expectativas

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Aunque con distintos órdenes de magnitud, tres encuestas que conocimos esta semana muestran una caída en la popularidad del gobierno. Y aunque la respuesta fácil sería responsabilizar a ciertos ministros por su laxitud verbal, creo que hay una cuestión más profunda y que toca a lo esencial de la promesa de Sebastián Piñera y a las razones por la cual una mayoría de los ciudadanos lo eligió como Presidente de la República.

En efecto, y si pudiéramos preguntarle a esos ciudadanos por la principal motivación de su preferencia, quizás sin excepción la mayoría de ellos echaría mano a la capacidad que iba a tener este gobierno para recuperar el crecimiento económico, de generar más y mejores empleos y, por esa vía, de darle dinamismo a un modelo de desarrollo que contribuyera al mayor bienestar individual y colectivo.

Tanto así, que incluso antes de que Piñera ganara la elección, pero cuando ya su triunfo era evidente, se generó un punto de inflexión en las expectativas –no sólo en el mercado sino también en la opinión pública- lo que se aceleró de manera exponencial a partir de la certeza de que la derecha volvía al gobierno. Tal fue la magnitud de este proceso, que si miramos con pausa y objetividad los actuales indicadores económicos, no deja impresionar el contraste en tan corto lapso de tiempo, sin que el gobierno haya hecho mucho más que instalarse.

Pero, por definición, una expectativa no es sino una anticipación de la conducta esperada del otro y de las consecuencias que esas determinadas acciones generarán. Y es aquí donde está el problema. Se está instalando la convicción de que este gobierno no sólo no supo aprovechar este impulso inicial, sino que su letanía –llámenlo cautela, falta de voluntad o impericia política- para tomar acciones concretas que dieran solidez y sustentabilidad a este proceso, comienza a preocupar a muchos. No se trata esta vez, como tantas veces se insinúa, de una interpretación interesada, cuyo único propósito es denostar al Ejecutivo. Basta escuchar y leer a los principales dirigentes empresariales, más varios economistas y/o columnistas afines al oficialismo, y para qué decir de la caída en la percepción de los empresarios e inversionistas sobre el futuro económico a corto y mediano plazo.

Y se trata de una cuestión a la cual el gobierno debiera prestarle muchísima atención, pues ya no estamos hablando de sus confusos guiños tácticos en temas valóricos o de la inexplicable tardanza para abordar problemáticas sociales urgentes. Lo que está en juego ahora es el punto de partida, o la única materia donde Piñera en particular, y la derecha en general, no pueden defraudar la enorme expectativa que generaron en los ciudadanos.

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