Menores en situación de calle



La semana pasada, el Ministerio de Desarrollo Social dio a conocer un estudio que tuvo como objetivo estimar la magnitud del problema social de niños, niñas y adolescentes de entre cinco y 18 años que se encuentran con frecuencia en situación de calle sin la compañía de un adulto.

A través de entrevistas a 547 niños y adolescentes que se han encontrado en esta condición -los que presentan una edad promedio de 15 años-, se detectó que la mayoría de ellos (55%) no asiste al colegio y presenta rezago escolar (61%), así como también manifiestan consumir marihuana (62%), alcohol (46%) u otras drogas. Según la cantidad de noches que se encuentran durmiendo en la calle, el estudio distingue además entre quienes lo hacen de manera habitual y quienes de forma esporádica o intermitente, encontrándose que la habitualidad va de la mano con mayores problemas de inasistencia escolar, consumo de drogas y robo.

Si bien el estudio presentado es recién un primer esfuerzo para identificar y caracterizar a este grupo altamente vulnerable, también constituye una forma de empezar a entender y dar mayor visibilidad a una problemática que, una vez más, lleva a concluir sobre la importancia de fortalecer la red de apoyo a las familias más vulnerables, tanto desde la sociedad civil como desde la política pública. En esa línea, al revisar cuáles son los motivos por los cuales estos niños y adolescentes pasan la noche solos en la calle, la mayoría señala que ello se debe a problemas con su familia (53%), aunque un porcentaje significativo señala también provenir del sistema residencial y haber hecho abandono de éste (19%). Es decir, en ambos casos se trata de un problema que se origina precisamente al interior de las familias, posiblemente producto de la ocurrencia de situaciones apremiantes y crisis que éstas no son capaces de enfrentar correctamente, afectando así a todos sus miembros, pero especialmente a los niños.

Tal como se viene señalando hace un tiempo, esto constituye un llamado a perseverar en políticas públicas que apunten a las familias como sujeto de atención y, muy importante, que tengan un enfoque preventivo. Es decir, que se trabaje con las familias en la entrega de herramientas para que sean capaces de enfrentar unidas los episodios difíciles, resolviendo los problemas y evitando llegar a situaciones de crisis y, en último término, a los quiebres, pues a quienes más dañan son precisamente a los niños.

En ese sentido, el estudio presentado muestra también que el 81% de los niños y adolescentes entrevistados señala encontrarse en contacto con algún programa u organización, el 71,8% señala haberse juntado recientemente con alguien de su familia, y que el 35% recurre a algún familiar cuando tiene problemas o necesidad.

Lo anterior indica que los vínculos existentes aún son importantes, de manera que es posible trabajarlos y fortalecerlos. Aunque parezca tarde, son niños y adolescentes que merecen una preocupación especial por parte de la sociedad.

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