¿Mérito o dinero?

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Frontis del Instituto Nacional. Foto: La Tercera/Archivo


¿Mérito o dinero? Este es el falso dilema que tiene entrapada la discusión sobre los liceos de excelencia. Reconocer que existe el mérito o talento no implica desconocer que las condiciones socioeconómicas influyen en el rendimiento académico. Despejar esta falacia es clave para tener un diálogo honesto.

La evidencia empírica nos dice que en Chile el rendimiento académico está correlacionado con el nivel socioeconómico de la familia. Pero la misma evidencia nos muestra que existen enormes diferencias de rendimiento entre niños de igual nivel socioeconómico. De hecho, las diferencias de rendimiento académico al interior de los colegios son mucho más grandes que entre colegios, en un contexto de alta segregación escolar. El problema no radica en saber si existe el mérito o talento, sino en cómo poder aislar el factor socioeconómico para medirlo. Hay diversas formas de hacer esto y así capturar cuánto del rendimiento es producto del mérito o talento.

Ahora bien, del hecho que exista el mérito y que se pueda medir no se sigue que sea beneficioso seleccionar por él en la educación escolar. En el contexto nacional, no se ve cuál pueda ser el beneficio social de permitir a todos los colegios seleccionar por mérito en la enseñanza media, mientras que sí se ven con claridad los potenciales riesgos, a saber, darles menos oportunidades educativas a los niños que más las necesitan.

Pero los liceos de excelencia son una excepción. No existe evidencia de que la selección que llevan a cabo el puñado de liceos de alto rendimiento académico, artístico y deportivo perjudique al resto de los estudiantes en Chile. Las artes, como la danza clásica o la música, y el deporte de alto rendimiento exigen un talento extraordinario y una formación especializada a temprana edad. Esta formación es onerosa, de allí la necesidad de la presencia del Estado. Terminar con la selección en los conservatorios de música, ballet y en el liceo de alto rendimiento deportivo es terminar con el poco apoyo del Estado a estas actividades, que quedarán destinadas únicamente a niños con recursos que puedan pagar por ellas. Es importante que quienes apoyan terminar con la selección en estas instituciones asuman de forma explícita sus consecuencias.

Los liceos de excelencia académica tienen una función distinta. Ellos buscan penetrar a la élite, permitiendo a estudiantes de clase media y baja con talento o mérito académico acceder a las carreras y a las universidades más selectivas del país. En 2016, solo el 18% de los alumnos matriculados en la Universidad Católica y Universidad de Chile provenía de un liceo municipal, de estos, el 73% estudió en un liceo de excelencia. Se dice que estos liceos no agregan valor, que sus buenos resultados se deben únicamente a que seleccionan alumnos talentosos o de clase alta. La precaria evidencia disponible contradice estos argumentos. Ella nos muestra que estos establecimientos sí agregan valor y son los más integrados socialmente del país, juntando en sus aulas a niños de todos los quintiles de ingreso. Es verdad que tienen menos estudiantes del quintil más pobre y más de los de los quintiles más ricos, pero eso no es un argumento para terminar con estos liceos, sino para mejorar su sistema de admisión, asegurando una composición más equitativa, aspecto que está mal resuelto en el proyecto de ley del gobierno.

El diseño institucional de los liceos de excelencia en la Ley de Inclusión fue pésimo y esto lo reconoció el ministro de Educación de la época, quien se comprometió a modificarlo en el proyecto de educación pública, compromiso que no se cumplió. Algunos argumentan que debiéramos tener un sistema educativo como el finlandés, de alta y homogénea calidad para todos, sin liceos de excelencia académica. Soñar no cuesta nada cuando el costo lo pagan otros, especialmente los más pobres. En un escenario de alta desigualdad socioeconómica y con un sistema educativo heterogéneo y de baja calidad, ¿estamos dispuestos a terminar con los pocos instrumentos de movilidad social, incluso si ello termina beneficiando a los niños más ricos de Chile?

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