Misión cumplida



Por Juan Ignacio Brito, periodista

“Adiós general”, se leía en una de las pancartas izadas por los manifestantes que celebraban el triunfo del Apruebo el domingo en Santiago. El mensaje era obvio: después de décadas de frustraciones y traspiés, la “Constitución de Pinochet” por fin tiene los días contados. El país ha repudiado el legado simbólico más potente del régimen militar y la oposición celebra.

Se trata de un triunfo largamente buscado por sectores de izquierda y centroizquierda. Sin embargo, ahora que el objetivo está casi asegurado, ambos sectores enfrentan un desafío serio. Por décadas han actuado unidos bajo el antipinochetismo. Ahora que esa lucha ha sido coronada con un éxito rotundo en las urnas, quedan menos motivos para la unidad. La oposición al gobierno de Sebastián Piñera ha servido en ocasiones para ese propósito, pero no es suficiente, en especial si se considera que el Ejecutivo es un cuerpo inerte que solo administra, prácticamente sin iniciativa política. Las diferencias ya asoman en la incapacidad de generar primarias y candidatos comunes para los comicios municipales y con la posibilidad de ir en listas separadas a la votación para la Convención Constitucional.

Durante años, el antipinochetismo proveyó un “pegamento” inefable para la actual oposición, a la cual siempre le fue más sencillo congregarse en torno a lo que rechazaba que alrededor de un proyecto común claro. Ahora que el argumento pierde vigencia porque el objetivo principal ya se alcanzó, las narrativas y los intereses se distancian. Parece que el espectro político vuelve a distribuirse en tres tercios, aunque esta vez la ex Concertación luce extraviada y carente de relato frente a una izquierda que es la que pone la música, aunque a veces lo haga de manera caótica.

Esa división puede resultar peligrosa para la oposición. Resulta evidente que en su interior hay al menos dos almas que no conviven en armonía, básicamente porque la sensibilidad de izquierda acusa a la de centroizquierda de haberse rendido al “modelo neoliberal” durante tres décadas. Los exconcertacionistas no pueden acordar con el PC y el FA sin negarse a sí mismos, lo cual augura una convivencia difícil y negociaciones tensas.

Aunque por ahora todo cálculo electoral es pura elucubración, los plazos son cortos y el tiempo apremia. El legado más significativo del régimen militar está herido de muerte. La oposición ha conseguido ganar la que para ella fue, por mucho tiempo, la madre de todas las batallas. Ahora que el espectro del general Augusto Pinochet se desvanece, está forzada a buscar con rapidez una causa común que evite una fragmentación que podría llevar a que el pan se le queme en la puerta del horno. A veces hay que tener cuidado con lo que se desea.

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