Movilizados por la “inquietud social”



La pandemia del Covid-19 ha puesto en peligro a la población, incluso de países con más alto desarrollo económico que el nuestro. Dadas las grandes pérdidas de vidas humanas y el riesgo de la salud, las autoridades han debido tomar decisiones drásticas, que han implicado un freno significativo de la actividad económica, con gran incertidumbre para las empresas y sus trabajadores. A esto se suma que se ha producido una “sangría" social por las desvinculaciones, con las dolorosas consecuencias que la cesantía acarrea. El Instituto Nacional de Estadísticas ha afirmado recientemente que el desempleo alcanzó un 8,2% y se desprende que seguirá en alza. Y todo esto ocurre cuando en Chile vivimos una crisis social no resuelta.

En este contexto, resuenan con fuerza las palabras del Santo Padre: “En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: ‘perecemos’ (cf. v. 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos”.

Para enfrentar esta crisis resulta urgente hacerlo juntos, dejando atrás la “indignación altanera”, que proclama el resentimiento y la división como camino; también dejando atrás la “indiferencia irresponsable”, que no es capaz de mirar más allá de los propios intereses y que evidencia una insensibilidad violenta. Este es el tiempo para que juntos avancemos hacia una “inquietud social”, sin arrogancias y sin indiferencias, que nos movilice a todos por el bien común. Movidos por esta “inquietud social”, hemos de hacer muchos más esfuerzos para generar una agenda colaborativa que nos ayude a cuidar el empleo, a acompañar a las familias que sufren la cesantía y a elaborar políticas públicas que faciliten que el estado, empresarios –y quienes dan empleo–, trabajadores y organismos intermedios podamos aportar al bien común.

Particularmente subrayo el adjetivo de “colaborativo”, porque los empleadores han de hacer los mejores esfuerzos y sacrificios para proteger la fuente laboral de sus trabajadores; los sindicatos han de buscar formas para representar a sus miembros y tender puentes con los empleadores de tal forma de buscar soluciones en conjunto; el Estado ha de desarrollar una agenda social más profunda y al servicio de generar fuentes de trabajo, para aminorar el efecto de la recesión; y las organizaciones intermedias han de aportar ideas, propuestas de encuentro e innovación para ayudar a sobrellevar esta honda crisis que afecta la economía chilena. En fin, es una oportunidad para que todos, especialmente los líderes políticos, empresariales y sociales, aporten lo mejor de sí para superar la crisis.

No es el tiempo para las discusiones ideológicas ni para denuncia irresponsable, que solo enemista a unos contra otros; tampoco, y menos que nunca, es tiempo para sacar partido de la crisis ni de ocultar la realidad, siendo insensible ante la necesidad social que hoy nos apremia. Como hemos propuesto los obispos de Chile, este es el tiempo para promover una solidaridad activa y para “trabajar en un pacto social para aminorar el impacto de la cesantía y sus consecuencias”.

Quienes dan empleo, particularmente, tienen una importante responsabilidad social –aunque no son los únicos– . Como dijo el Papa Francisco: “Sálvese quien pueda no es solución. Una empresa que despide para salvarse no es una solución. En este momento, más que despedir, hay que acoger, sentir que hay una sociedad solidaria, son los grandes gestos que hacen falta ahora”. Movilizados por la “inquietud social” todos, sin excepción, estamos llamados a darle vida y dinamismo a una solidaridad activa, llena de grandes gestos que harán la diferencia.

+ Cristián Roncagliolo P.

Obispo Auxiliar de Santiago

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