Nicanor Parra

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Según el organizador de la carrera de Fórmula E que tiene patas para arriba a Santiago, "Chile es el país más difícil en que he estado en mi vida". Si ni siquiera se puede morir uno tranquilo después de 103 años. ¿Cuántos más tendrán que pasar para comenzar a valorar la obra de Parra? A la Mistral se la ha hecho esperar una humillante cantidad de tiempo. Su profundidad pasó desapercibida por décadas, opacada por su fama de maestrita de escuela y compositora de rondas de niños. A Huidobro nunca le han perdonado que fuera aristócrata y escribiera. A Gonzalo Rojas se le aprecia mejor en el extranjero (como a pocos, en México y España).

Parra mismo no ayuda para nada. ¿Cómo hacernos de él? Hemos escuchado en estos días mucha referencia a su humor, pero no deja de haber quienes niegan que sea humorista (lo suyo sería muy serio, como si el humor no lo fuera). Puede que su humor, además, sea de corto plazo. Veo sus artefactos de 1972 en esa extraordinaria edición junto a Juan Guillermo Tejeda, y algunos no se entienden; pasa lo mismo con Jotabeche y con la lira popular. Pongámonos de acuerdo: ¿se le toma o no en serio? Lo de la antipoesía como poesía es una majamama que apenas se entiende, para qué decir la duda de si Parra supera o no sus contradicciones. Esto de jugar a estar por sobre la izquierda y derecha, ¿es realmente posible o mero equilibrismo? Haber institucionalizado a Parra fue quizás un disparate. Que la UDP lo reeditara es un gran aporte, pero que su foto gigante en micros sirviera para captar alumnos, se les pasó la mano, como al PC con Neruda.

Se le compadece porque no obtuvo el Nobel, pero veamos, la cobertura en el diario El País se basó en dos autores chilenos (O. Hahn y R. Gumucio) muy competentes, pero ¿sólo ellos dos? El artículo que apareció en el New York Times lo retrató como fenómeno local además de oportunista (por lo de Pat Nixon y cómo Parra se defendió más o menos). Según Waldo Rojas, en Francia poco se le conoce. Si hasta la prestigiosa editorial New Directions cuando lo dio a conocer en inglés lo calificó de "funny".

El espectáculo de la parentela y corte de amigos mejor saltémoslo. Lo de la catedral, bandera mapuche y cuecas incluidas, cuesta saber qué hay ahí de tomadura de pelo o auténtico recogimiento. Está claro que Parra, por fin, se mandó a cambiar; ojalá vuelva como amenazaba, pero como corresponde. Que le dediquen más estudios y lo analicen; una que otra buena biografía (no puras anécdotas) sería óptimo; que dejen hablar más a Parra que a voceros de Parra; que el personaje se haga a un lado y reaparezca su obra; y que nos expliquemos su inteligencia, no sólo su ingenio, ambos prodigiosos (¿aunque mayores que su contribución poética?). Cuestión que merece atención, ¿o no? Salvemos a Parra de su imagen y veamos después qué tan genio era.

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