No hay bueyes para arar

19 de abril del 2021/SANTIAGO El Presidente de la Republica, Sebastián Piñera, llega al Palacio de la Moneda, y camina por el patio de Los Cañones, tras recibir los Honores de la Guardia de Palacio. FOTO: SEBASTIAN BELTRAN GAETE/AGENCIAUNO

El Presidente Piñera enfrenta una encrucijada social y política de magnitud. Todo surgió de una sola raíz: la urgente necesidad de ir en ayuda de los más necesitados en forma eficiente y oportuna. El gobierno ha contribuido con aumento del gasto fiscal; pero su espaciamiento, destino y satisfacción de mínimos ingresos,no ha logrado ese objetivo. Más bien, cada aporte del Estado ha sido fruto de un tironeo que lo hace aparecer como contrario al clamor popular.

Consciente de que el “tercer retiro” de los fondos de las AFP se venía fraguando hace tiempo en el Parlamento, no se anticipó a encontrar fórmulas y diálogo para enfrentar el problema de constitucionalidad, sino que se enfrascó en una discusión jurídica y política. Entonces, terminó con seis consecuencias:

1) Resurgió el descontento con disturbios, barricadas y cacerolazos. 2) Quedó atrapado por la aprobación en la Cámara del nuevo retiro. 3) Presentó un requerimiento ante el TC para frenarlo, lo que ha sido rechazado por los propios partidos oficialistas. 4) Por si fuera poco, se ha entregado la oportunidad a la izquierda para unirse capitalizando el descontento social. 5) Enfrentará una acusación constitucional que, si bien no prosperará, expondrá al Presidente a un verdadero juicio popular. 6) El PC, que en el país tiene una baja participación, ha sacado a relucir su histórica experiencia en la insurrección y, por cierto, ha obtenido una buena tajada de este conflicto.

Lo que se viene a continuación es predecible: a pesar de que los retiros de fondos de pensiones que rebajan las jubilaciones son una nueva forma de pobreza a futuro, el gobierno se verá forzado -otra vez a tirones- a satisfacer las demandas, esta vez de todos los sectores políticos. También, como ha ocurrido, empleó la misma fórmula anterior y presentó su propio proyecto de ley. Puede que se “salve” por ahora la ya decaída institucionalidad con un gran precio. Y todo por la incapacidad de anticiparse, de no discurrir mecanismos de ayuda social eficientes y bien dirigidos a los más necesitados. Y, si se nos permite decirlo, estas consecuencias se dan por escuchar malos consejos de asesores alejados de la realidad o sin experiencia suficiente para enfrentar situaciones que representan muchas aristas de un mismo problema. La democracia, como la conocimos, respetuosa de las leyes y de la Constitución, ya no existe. Es un espejismo superado por el parlamentarismo de facto.

El Presidente piensa que la reactivación de la economía será posible luego, que vendrán grandes inversiones y que se recuperarán los empleos perdidos. Pero estos presagios hoy día suenan poco creíbles y simples manifestaciones de deseos.

El peor escenario es que Chile se vuelva un país en que el Presidente se quede sin apoyo, que incluso existan divergencias al interior de su propio gabinete, como ya han ocurrido, respecto a su conducción como Jefe de Estado. En pocas palabras, que ya no existan bueyes con qué arar.

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