Para que no vuelvan a arder los neumáticos: la necesidad de una ciudad responsable

incendio


Esta columna fue escrita junto a Juan Barrientos Maturana, SmartCityLab Usach.

Tres mil neumáticos ubicados en un depósito clandestino en la comuna de Maipú generaron una nube tóxica visible desde todo el gran Santiago. ¿Una catástrofe ambiental como esta contribuye a una ciudad amigable con sus habitantes? Sin duda que no. Lo que falla ahí es la planificación en torno a cómo disponemos de los desechos peligrosos y, por supuesto, asumir como compromiso de base que la ciudad es de todos, de los que viven lejos y cerca de esos depósitos clandestinos. Tenemos grandes rellenos sanitarios colapsados, con una mezcla de desechos incompatibles y con el riesgo permanente de emergencias tales como la de Maipú o del pasado incendio en el relleno de Santa Marta, a comienzos de 2016.

El 1 de junio de 2017 se promulgó en el diario oficial la Ley de Responsabilidad Extendida al Productor (REP) que, a grandes rasgos, implica la obligación legal y progresiva que recae en los productores y/o importadores de materiales peligrosos, de hacerse cargo financieramente y en la gestión del tratamiento de los bienes que comercializan al final de su vida útil. La Ley señala prioridades de productos de alto consumo, como los neumáticos. En 2008, descubrió que solo el 20% de los neumáticos desechados vuelven a ser reutilizados mediante procesos de recuperación, pero existe un alarmante 80% de neumáticos "basura" de los cuales se desconoce su destino final. Por lo tanto, la promulgación de esta Ley, que nos ubica en el mínimo deseado por los países de la OCDE, se presenta como una enorme oportunidad de repensar la manera en que como ciudad tratamos los desechos que la población genera.

Según datos de organismos especializados, el santiaguino produce en promedio 1 Kg de basura diaria, lo cual nos permite señalar más de 7 millones de toneladas por día. Sin duda, debemos tomar en cuenta estos datos, pues el espacio es reducido y todos queremos que nos retiren la basura, pero nadie ser vecino del vertedero.

La REP nos permite repensar el tratamiento de la basura, cómo reciclar y lograr un retiro eficiente y planificado de los distintos tipos de basura generados. Al incluir en la responsabilidad al mundo privado (productores e importadores) y al habitante común en la separación de los residuos, la oportunidad es inmejorable para incluir a pequeños emprendimientos que poseen la capacidad y creatividad para reciclar los desechos en nuevos bienes y de este modo descongestionar los rellenos. En especial, mejorar la calidad de vida de quienes conviven con ellos.

Especial importancia adquiere entonces el necesario cambio de hábitos de cada uno de nosotros, quienes tenemos el deber social de separar nuestros residuos para que estos sean tratados de manera diferente. Sin duda, este es el cambio cultural más complejo, profundo y de largo plazo. Solo la participación conjunta de todos los actores involucrados (productores, consumidores, servicios públicos, empresas privadas de reciclaje) nos permitirá rediseñar de manera progresiva este tan delicado problema. Una ciudad inteligente (como es la vocación de nuestro Santiago) debe pensar en sus habitantes y ponerlos en primer lugar. Cuando confiamos en que las personas serán capaces de tomar medidas concretas en su vida cotidiana, brindándoles los servicios públicos adecuados y permitiendo la intervención de actores nuevos como pequeñas empresas recicladoras, es posible aprovechar la oportunidad que nos ofrece la Ley REP.

Estamos a la espera de ver como las grandes transnacionales nos dirán la forma en que de aquí en más debemos tratar sus productos cuando ya no sean útiles para sus fines originales y en que se transformarán posteriormente. Una ciudad es inteligente y amable con todos, cuando individualmente entendemos que la basura no deja de ser un problema solo con el hecho de depositarla en los contenedores.

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