Notas brasileñas

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Bolsonaro con Van Rysselberghe.


Asombra ver a la presidenta de la UDI y a José Antonio Kast disputándose a brazo partido las sonrisas de Bolsonaro. Algún derechista malhumorado podría replicarme que viajaron sólo unos pocos, mientras la dirigencia completa de la izquierda corrió a casarse con Lula.

Raro afán éste de asociarse al mundo político brasileño, envuelto en una contienda electoral extravagante, inseparable de su descomunal crisis política, moral y económica.

No nos engañemos. El pueblo brasileño no mutó de izquierdista a ultraderechista. En los millones que votan Bolsonaro hay gays, feministas, negros, hastiados de la violencia, demócratas con rabia, etc. Les resbalan las fundadas acusaciones a su homofobia, machismo, racismo y admiración por dictaduras, incluida la de Pinochet. Es signo de la magnitud de la crisis. Cuesta creerlo, en un pueblo culturalmente tan libertario, mulato, tolerante y lúdico. Pero así es.

No busquemos las causas en el pueblo brasileño. Grandes electores han sido Lula y el PT. Corresponsables de ambos candidatos. Y tras ellos, todo el sistema político. El rechazo, el hastío y la ira ciudadanas explican el fenómeno Bolsonaro, no sus exabruptos o una derechización de Brasil. Asociar la derecha chilena a él es una torpeza, la retrotrae a rasgos dictatoriales de los que le ha costado deshacerse. Tampoco Lula o el PT son ya lo de antes. Asociar la izquierda chilena a ellos es hacerlo con símbolos principales de la bancarrota y corrupción del sistema político brasileño, a juicio de su propio pueblo.

La contienda brasilera agrega más extravagancias. Parte del éxito "capitalista" de Bolsonaro es el repudio ciudadano a la mancuerna entre el gran capital y el PT de Lula que tiene en la cárcel o procesados no solo a éste, sino también a capitanes de la gran empresa y otros dirigentes políticos; diseminadores de corrupción tanto en Brasil como en toda América Latina. Si ahora el empresariado respalda a Bolsonaro, o más bien a su nominado superministro de economía Paulo Guedes, es en una estampida equivalente a aquella de la mayoría del Brasil. Cruzan dedos para que ese endoso de poderes a Guedes se mantenga, no salte en pedazos con alguna rabieta a lo Trump, amaine la polarización actual post elecciones y la institucionalidad brasilera contenga eventuales despropósitos de Bolsonaro.

La derecha chilena se hace un flaco favor a sí misma identificándose con Bolsonaro. Nada hace atractivo un remedo de él para Chile.

Asimismo, a las explicaciones que la izquierda latinoamericana debe dar por Venezuela, Cuba, Nicaragua, la Argentina kirchnerista, también por su derrota en Chile, se agrega ahora Brasil. ¿Qué lleva a la izquierda a contener tantas esperanzas populares y terminar decepcionando a sus pueblos en lo político, lo económico, lo moral e incluso, en varios casos, en lo libertario y democrático? Es una pregunta ineludible de este tiempo.

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