Noticia bomba



Por Juan Ignacio Brito, periodista

Pablo Longueira debe estar feliz. Su regreso ha contado con la entusiasta cobertura de los medios, que le dieron carácter de “noticia bomba” a la operación retorno que protagoniza, lo entrevistan profusamente y han ido a preguntarles a los demás políticos qué opinan. El excoronel de la UDI ha sabido sacar provecho de esta renovada atención, explicando a quien quiera oírlo que tiene un plan para rescatar a la derecha y al país.

Atraídos por una personalidad magnética, una novedad que rompe la llanura del paisaje informativo y por la reaparición de una figura que fue muy poderosa en la política nacional, los medios cubren la noticia con entusiasmo. Lo han hecho, al parecer, sin preguntarse si estamos de verdad ante un acontecimiento que cumple con los requisitos para ser convertido en noticia que exige la profesión periodística, o si presenciamos más bien una operación política personal espectacular, pero con poco fondo noticioso real.

Para discernirlo, quizás sería útil revisitar La imagen, el libro que Daniel Boorstin escribió hace casi 60 años. Allí explicaba la diferencia entre “buscar noticias” y “hacer noticias”, subrayando que buena parte de lo que muestran los medios se basa en “pseudo eventos” especialmente producidos para ser publicados como noticias. El pseudo evento es un cebo tendido por los que saben para atraer a la prensa, aprovechando los impulsos y rutinas de ésta. Toman la forma de exclusivas, conferencias de prensa, viajes organizados, etc. El problema, dice Boorstin, consiste en que la presencia masiva de pseudo eventos en los medios amenaza con generar una pseudo realidad lejana a lo que viven y sufren los ciudadanos de carne y hueso.

La obsesión longueirista que exhiben hoy en manada los medios puede responder a ese fenómeno. Sugiere que los medios residen en la misma burbuja que habita el exministro y exparlamentario reencarnado en mesías político. Parece que nadie se cuestionara si es realmente noticioso que Longueira -quien en octubre debe enfrentar un juicio en tribunales- vuelva una vez más al ruedo. O si sucede, como plantea Boorstin, que “nos tomamos tan en serio nuestra ilusión que la confundimos con la realidad”.

A lo mejor, la realidad no se despliega solo en el eje vertical de la política institucional, tan poblado de personajes como Longueira. Quizás avanza también a toda velocidad por un eje horizontal, donde hay actores políticos tanto o más relevantes, pero a menudo desatendidos. Estos pueden ser, por ejemplo, los grupos anarquistas, narcos o mapuches radicales que hoy condicionan el proceso político vertical-institucional que tanto nos ocupa a los periodistas. Ese eje horizontal debería ser cubierto y escrutado con una dedicación que hasta ahora no se ve en nuestros medios.

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