Nueva fase de la guerra comercial

guerra comercial y sus efectos en  Latinoamérica


La guerra comercial entre Estados Unidos y China entró en los últimos días en una nueva fase, ensombreciendo aún más el ya complejo panorama de la economía mundial. Las expectativas de que la tensión entre las dos principales potencias mundiales lograría finalmente contenerse y se llegaría a un acuerdo parecieron diluirse luego de que Beijing decidiera, la semana pasada, contratacar a la decisión de la Casa Blanca de imponer aranceles adicionales de 10% a importaciones chinas por US$ 300 mil millones a partir del próximo 1 de septiembre. Así, la respuesta a la medida anunciada por Estados Unidos fue depreciar el yuan a mínimos que no se veían desde 2008, llevándolo a menos de siete yuanes por dólar.

La acción no solo desató un desplome de los mercados que vivieron un nuevo lunes negro, sino que motivó que los entes rectores de varias economías mundiales, entre ellas India, Nueva Zelandia y Tailandia recortaran sus tasas entre 25 y 50 puntos base, alertando sobre el "ambiente hostil" y la "mayor incertidumbre y disminución" en el comercio mundial.

En los hechos el enfrentamiento entre ambas potencias ha avanzado desde una disputa arancelaria hacia una guerra de divisas que puede ahondar más el lento crecimiento mundial. Además, ha ido de la mano de una inquietante escalada en la retórica entre ambos países que esconde una disputa por una mayor influencia mundial. En un editorial, el diario oficial del Partido Comunista de China acusó a Washington de "dañar gravemente el orden financiero internacional" y la Casa Blanca designó a China como "manipulador de monedas", amenazando con aplicar medidas más duras. Frente a ese escenario varios analistas y ex secretarios del Tesoro de EE.UU., como Larry Summers y Henry Paulson, calificaron la situación "como el momento más peligroso desde la crisis financiera" y una seria amenaza al crecimiento económico.

Las perspectivas sobre el desenlace del conflicto y sus efectos a nivel global no son alentadoras; en el caso de Chile, comprometen seriamente las actuales metas de crecimiento, en especial luego de un magro primer semestre. Las posibilidades de un acuerdo que descomprima finalmente la tensión hoy aparece lejano, aunque diversos analistas coinciden que la cercanía de las próximas elecciones en Estados Unidos -donde el actual mandatario buscará ser reelecto- podrían favorecer algún tipo de tregua. Una escalada en la disputa arancelaria no solo afectaría a los sectores agrícolas de EE.UU. -que son una fuerte base de apoyo al mandatario republicano- sino que, además, eleva el riesgo de una recesión.

En momentos en que la economía de EE.UU. muestra positivas señales de crecimiento y las tasas de desempleo son las más bajas en 50 años, Trump debe medir adecuadamente entre los beneficios de mantener su posición firme frente a Beijing y los efectos que la actual escalada puede tener para la economía estadounidense y para su propia reelección. Hasta ahora su apuesta por forzar a China a ceder no está dando resultados y Beijing parece dispuesto a redoblar su apuesta en la medida que no se ponga en riesgo su estrategia por ampliar su influencia mundial.

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