¿De nuevo un poeta nacional?

Foto: Roberto Candia


Durante medio siglo vivimos en el reinado de Neruda. Luego, como si fuera natural, vino el de Parra, quien prometió bajar a los poetas del Olimpo y subir a los lectores, ya no a los Andes latinoamericanos, sino a una montaña rusa, más irreverente y desopilante, pues para él, la poesía era "el Paraíso del tonto solemne", como anunciaba en 1962 en Versos de salón. Pero al final -y ni tan al final-, no pudo contenerse y empezó a predicar; tuvo sus apóstoles y poco a poco su Iglesia fue creciendo, al punto de que casi todo lo que decía o hacía, cualquier chiste, un dibujito en una bandeja de cartón, era celebrado por sus fieles.

Tuvimos entonces al poeta del pueblo y después al poeta de la burguesía. Afortunadamente, a pesar de la enorme sombra que estas figuras proyectaban, floreció una poesía riquísima, diversa y original. Pienso en Gonzalo Millán, Elvira Hernández, Diego Maquieira, Claudio Bertoni, Pepe Cuevas y también Enrique Lihn, algo mayor por supuesto, aunque siempre se lo leerá como a un joven. Allí está el delirio, la soledad, el erotismo, el sarcasmo y la enfermedad. También la derrota política, pero siempre desde un costado civil; desde las bases, podría decirse.

Ninguno niega -o negó- la influencia de ese par de machos alfas que se convirtieron en poetas nacionales. Tampoco aspiraron a dominar esa montaña, ya fuera hecha por la naturaleza o por el hombre.

Distinto parece ser el caso de Raúl Zurita, que este año, al cumplirse un año de la muerte de Parra, dio a este diario una entrevista que no es necesario llevar a ningún sicoanalista ni semiólogo para darse cuenta de su afán. Entre muestras de agradecimiento y afecto, el poeta vivo se apuró en decir que el poeta muerto le había copiado "unos cuantos" poemas, que le decían "el mala persona", que era partidario de la Junta Militar y un narciso al que solo había que escuchar, nunca llevarle la contra. Lo más importante, sin embargo, no refiere al personaje, sino a la obra: Zurita establece que la antipoesía en buena medida se sustentaba en la figura de Parra, en sus dichos y ocurrencias, y que es "fantástica para los conflictos de baja intensidad".

Claro, una cosa son las penas de amor y otra muy diferente es la gran herida política, humana, de un país. Zurita se contuvo. No dijo que es él quien ha erigido una obra a partir del episodio más doloroso de la historia de Chile. Pero los lectores lo adivinan.

¿Él será el próximo poeta nacional?

Quizá ya lo sea. Tiene una obra que aspira a abarcarlo todo. Y acólitos no le faltan. Ahora mismo se expone en el GAM una muestra que supone que todo documento suyo (el acta de nacimiento, las notas del liceo, el plano de la casa donde vivió cuando niño), por íntimo que sea, posee un carácter público y trascendente.

Quienes pensaron que con las conchitas de Neruda lo habían visto todo, están equivocados.

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