Objetividad

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El actual estallido social puede impulsar los cambios institucionales necesarios para un Chile más justo y próspero. El llamado a acuerdos del Presidente constituye un movimiento en la dirección deseada. Corresponde asegurar que las modificaciones institucionales efectivamente conduzcan al Chile que todos deseamos, evitando la tentación de hacer plana raza y partir de cero. Una mirada objetiva impedirá lo último e identificará los cambios pertinentes.

Uno de los clamores que se escuchan en las marchas es el rechazo al sistema económico. Pero lo que ha tenido Chile desde los años 1970 es una cierta estrategia económico-social en el contexto de una de economía social de mercado. Recuerde que bajo el alero de la última caben los arreglos institucionales muy diversos de países como los nórdicos de Europa, los de Australia y de Nueva Zelandia, y aquellos de Chile.

Cabe destacar que el proceso de globalización que se inició después de la segunda guerra mundial, conjuntamente con la expansión del capitalismo moderno, generó gran prosperidad. Ella fue acompañada de una dramática reducción de la pobreza y del hambre (de un 75 y de un 42 por ciento respectivamente entre 1990 y 2015; datos de HumanProgress).

En Chile, la experiencia también fue muy positiva. Por ejemplo, en comparación con el de EE.UU., el PIB per cápita de nuestro país rebotó desde aproximadamente un 17 por ciento en 1983, su punto más bajo, a aproximadamente un 40 por ciento en la actualidad (EHClioLab, UC). En similar período, su pobreza de ingreso se redujo de alrededor del 50 por ciento de la población, a menos del nueve por ciento de ella. Fue esta performance la que ha sido halagada mundialmente.

Si comparamos a Chile con Cuba, países que han optado por estrategias de desarrollo opuestas, nuestro PIB per cápita ha crecido a una tasa mucho mayor (Chile pasó a tener 2,91 veces el de Cuba en 2018, habiendo tenido solo uno de 1,89 veces en 1958). Es más, nuestro Índice de Desarrollo Humano (PNUD) es de 0,893, que nos coloca entre los países de muy alto desarrollo humano; en cambio el de Cuba es de solo 0,777. Además, a diferencia del mito, Chile y Cuba tienen indicadores de expectativas de vida (salud) y de cobertura de educación muy similares (PNUD).

Chile tiene un sistema político y económico-social que nos ha permitido prosperar en libertad y al mismo tiempo reducir muy significativamente la pobreza. También es un hecho objetivo que la desigualdad de ingreso ha disminuido en los últimos tres lustros (de un indicador Gini de 0,56 a uno de 0,47). Sin embargo, es evidente que la sociedad ha cambiado sus prioridades en favor, entre otras cosas, de una mayor igualdad. Afortunadamente, nuestro sistema tiene la flexibilidad necesaria para, reformándolo, responder a esas preferencias.

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