Pandemia: el último esfuerzo

Tras un año de restricciones por la pandemia, es comprensible el cansancio de la ciudadanía, pero el avance en la vacunación permite augurar que estamos frente a la última fase crítica de la emergencia.



Chile registró ayer la cifra más alta de casos confirmados en un día. Fueron 7.626 nuevos contagios que se suman a la escalada de infectados que se ha observado en las últimas semanas. Desde el sábado pasado se ha superado en tres ocasiones los 7 mil casos, cosa que no sucedió ni siquiera en el periodo más álgido de la pandemia el año pasado y el número de casos activos confirmados, es decir con PCR positivo, sobrepasó los 40 mil, otro dramático récord desde el inicio de la crisis. Frente a eso, el ministro de Salud reconoció el jueves pasado estar preocupado e hizo un llamado a la ciudadanía a hacerse “partícipe de la misma preocupación (...) Todos somos parte del país y tenemos responsabilidades que cumplir frente a la pandemia”, aseguró.

Frente a ese escenario, las autoridades decretaron el jueves pasado una cuarentena total para más de 16 millones de personas y 198 comunas. Toda la Región Metropolitana permanecerá desde hoy en fase 1. Además, se establecieron estrictas restricciones a los viajes al exterior, obligando a todo quien regrese al país desde Brasil a permanecer en un hotel de tránsito por tres días y cumplir el resto de la cuarentena en su casa. Desde el 31 de marzo la medida se extenderá a toda persona que ingrese al país, sin importar su proveniencia, y la estadía en el hotel de tránsito será en ese caso de cinco días. Se trata de las medidas más estrictas adoptadas desde el inicio de la emergencia sanitaria y se explican también por la alta ocupación de las camas críticas. Asimismo, existe un evidente desgaste de la primera línea del sector salud, como deja en evidencia la edición especial que publica hoy La Tercera.

A más de un año de que se informara del primer caso en el país y de que la ciudadanía haya tenido que convivir con restricciones de movilidad y reunión, que en muchos casos impidieron incluso los encuentros familiares durante meses, es entendible que se aprecie cansancio y desazón frente al regreso a un enclaustramiento que pensábamos haber dejado atrás. Sin embargo, al contrario de lo sucedido el año pasado, cuando no solo no había medicamentos efectivos para combatir la enfermedad y se desconocían sus verdaderos alcances, hoy el país enfrenta un escenario completamente distinto, que permite abrigar esperanzas sobre la pronta salida de la crisis. Las nuevas restricciones aparecen por ello como un último esfuerzo necesario e inevitable.

El exitoso proceso de vacunación, que ya ha permitido inocular a más de 6 millones de personas con una primera dosis y a más de tres millones con las dos, sugiere que el país podrá cumplir efectivamente la meta de inmunizar a toda la población objetiva antes de mediados de año y aspirar a tener inmunidad de rebaño en el segundo semestre. Un escenario mucho más auspicioso que el de los países de la Unión Europea, por ejemplo, donde el lento proceso de vacunación y las limitaciones de suministros hacen difícil prever cuándo podrán cumplir con ese objetivo. Y también al de las naciones de la región, que no solo enfrentan los estragos de la segunda ola, sino que carecen de las dosis necesarias para avanzar en la inmunización de sus habitantes.

Pero si bien el escenario futuro parece favorable, aún falta camino por recorrer. Enfrentamos probablemente la última fase crítica de la pandemia -más allá de los temores que despiertan eventuales nuevas cepas- y es importante que en este momento, pese al entendible desgaste y cansancio, la ciudadanía colabore, cumpliendo con las restricciones impuestas y las medidas de distanciamiento social y uso de mascarilla. La violación de las cuarentenas o los intentos por hacer un uso inadecuado de los permisos disponibles finalmente conspiran contra el objetivo final. En ese sentido, es necesario también que la autoridad evite dar señales contradictorias o revertir, sin una clara explicación, decisiones adoptadas. En caso de cometer un error es preferible reconocerlo, como lo demostró la canciller alemana Angela Merkel, que intentar dar explicaciones que terminan confundiendo a la población y afectando el cumplimiento de las medidas anunciadas.

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