Pandemia y aumento de la pobreza

Los incrementos en los niveles de pobreza e indigencia que reveló la última Casen, hacen indispensable volver a poner el foco en el crecimiento para generar empleos de calidad y financiamiento para los programas fiscales de apoyo.



Los datos de la Casen dados a conocer esta semana por el Ministerio de Desarrollo Social y Familiar muestran nuevos antecedentes que apuntan a la necesidad imperiosa de retomar el crecimiento económico para recuperar la estabilidad política y social en Chile.

Hacia 2019, cuando advino el llamado “estallido social”, por primera vez desde la vuelta a la democracia se había configurado un deterioro profundo en las expectativas económicas de la clase media. Como es sabido, cada 1% de crecimiento adicional en la relación entre el PIB y el número de personas en edad de trabajar conduce, aproximadamente, a un 1% de crecimiento adicional en las remuneraciones. El recorrido histórico de la tasa de crecimiento promedio en cinco años de esa relación entre PIB y población en edad de trabajar, muestra que, desde niveles muy elevados en los años noventa, fluctuó en torno a 3% entre 1997 y 2013. A partir de 2014, sin embargo, por menor precio del cobre y drásticas reformas económicas, esta tasa promedio de crecimiento decayó sistemáticamente hasta terminar en 0,7% en 2019.

Hacia 2019, entonces, la clase media chilena tenía los elementos para presumir que el crecimiento en el PIB por persona en edad de trabajar y, por ende, el crecimiento de las remuneraciones, habían disminuido en torno a 2% por año. El efecto de asumir 2% de menor crecimiento anual en las remuneraciones es dramático, especialmente para los jóvenes. Una persona de 25 años, que entró a la fuerza de trabajo con la expectativa de remuneraciones creciendo 3% por año, debe reducir su nivel de consumo, de por vida, entre 30% y 40% para ajustarlo a una nueva expectativa de crecimiento de remuneraciones de 1% por año.

Las cifras de la Casen, correspondientes a la situación en 2020, muestran que a la frustración de la clase media hacia 2019 se agregó en 2020 el impacto de la pandemia sobre la pobreza. Esta, que había caído desde el 29,1% de la población en 2006 al 8,6% en 2017, subió hasta el 10,8% durante el año pasado. La extrema pobreza, que había caído desde 12,6% de la población en 2016 hasta el 2,3% en 2017, subió hasta el 4,3% de la población en 2020. También, la distribución de ingresos, que venía mejorando, se deteriora en forma significativa entre 2017 y 2020.

Estas cifras vienen a ratificar que, aun con un gran esfuerzo estatal de apoyo a las familias más vulnerables, como el que existió en 2020, su condición va a deteriorarse siempre que el desempeño económico se debilite. También, que la distribución de ingresos se deteriora cuando la economía flaquea. Por cierto, esto no disminuye la importancia de diseñar las instituciones adecuadas para atender las necesidades de ingresos para la vejez, salud, educación y mejores posibilidades de empleos para la población de menores recursos y también de clase media, especialmente en episodios de crisis económica. Pero, si bien esta red social ofrece alguna protección, la recuperación de las expectativas de progreso de la clase media y el apoyo eficaz a los sectores de pobreza, dependen fundamentalmente de los empleos de calidad y de la recaudación fiscal que genera el crecimiento. Ante la actual crisis de gobernabilidad y bienestar de la población, el crecimiento juega un rol insustituible.

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