Pareo y confianza

Cuestión Previa de la acusación constitucional contra Tres Jueces
13 de Septiembre / VALPARAISO Los diputado Leonardo Soto , Marcelo Schilling de la votacion la cuestión previa de la acusación constitucional en contra de los magistrados de la Corte Suprema. FOTO: PABLO OVALLE ISASMENDI / AGENCIAUNO


Hace algún tiempo me encontraba con mi familia en un pueblo de Estados Unidos donde hay un puente de una sola vía que comunica los dos lados de esa pequeña ciudad; al enfrentarlo, un letrero informa que la costumbre local es dejar pasar seis autos alternativamente. No importa la cantidad de vehículos circulando, el séptimo conductor, en cualquier sentido, espera su turno detenido dejando pasar a los que vienen en la otra dirección. Esa demostración de envidiable civilización solo es posible porque existe la confianza de que, a su turno, todos se verán beneficiados por el respeto general de la regla. Esa confianza, extrapolada a toda la sociedad, hace que los llamados costos de transacción sean bajísimos y las oportunidades de desarrollo muy altas.

En la reciente sesión de la Cámara de Diputados en que se votó la acusación constitucional contra tres ministros de la Corte Suprema, un parlamentario del PS incumplió la regla del pareo que, en su caso, le impedía votar. Explicó que lo hizo porque, en su opinión, los derechos humanos son más importantes que aquella norma de funcionamiento parlamentario; sin embargo, su explicación no es plausible, veamos por qué.

El diputado inventa una colisión que no existe. Él convino en un acuerdo voluntario; por ende, si considera que, en ciertos temas, su conciencia le obliga a votar le habría bastado con no aceptar ningún pareo; pero lo aceptó, con lo cual renunció expresamente a esa argumentación. En realidad, lo que él hizo fue sopesar, por una parte, su compromiso con la regla -no con su contraparte- y, por otra, su disposición a cumplirla. Obviamente él entiende la regla como meramente potestativa, esto es, que le obliga sólo si quiere. Pero las normas cuyo cumplimiento dependen de la mera voluntad de las personas no son realmente normas, porque no producen la expectativa de una conducta esperable. En una sociedad en que las reglas son meramente potestativas la confianza es imposible y, al contrario del poblado norteamericano, los costos de transacción altísimos.

El tema no es sólo de desarrollo, es de civilización. La convivencia en una asociación cooperativa -sociedad política- se vuelve imposible si las reglas se entienden como hizo el diputado. Si, además, consideramos que este es el criterio de alguien cuya función es dictar las normas obligatorias, el resultado es desolador. La prensa informa también que dos parlamentarios UDI reaccionaron siguiendo la lógica de don Otto y presentaron un proyecto que elimina los pareos. En lugar de intentar dar fuerza a la norma proponen eliminarla, dando la razón al incumplidor. Qué lejos estamos a veces del desarrollo y la civilización.

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