Pedir perdón como patrón



SEÑOR DIRECTOR:

En estos tiempos, ya no de grandes héroes y santos, de relaciones más horizontales, desintermediación y una potencial comunicación más directa con nuestros líderes gracias a las redes sociales, la legitimidad y la confianza -conceptos distintos, pero altamente relacionados- se ganan, día a día, con aciertos y a veces a tropezones, más desde la cercanía y la coherencia, buscando encauzar voluntades en torno a un objetivo. Tal como se infiere del artículo “La Crisis de la Comunicación Pública”, escrito por el académico J. Blumler, las comunicaciones “artificiales” -vistas como extraídas al pie de la letra por una manual o dictadas por un asesor- son poco efectivas, porque justamente atentan contra esa imagen de líderes más auténticos. Especialmente, en campaña, el nuevo gobierno había logrado emular un estilo distinto, más suelto y cercano, que figuras como Jacinda Ardern, la primera ministra de Nueva Zelandia, o la congresista Alexandria Ocasio-Cortez en Estados Unidos, han instalado con éxito.

En el repertorio de esa nueva comunicación, pedir perdón es una señal de humildad y sensibilidad, incluso de valentía, pero es una práctica que debe ser usada con discreción. Contrariamente, en esta semana, dar disculpas se constituyó en un patrón en el gobierno, como parte de una estrategia de respuestas automáticas frente a errores discursivos sucesivos. Cuando en las comunicaciones los recursos son utilizados en exceso dejan de ser significativos. Se vuelven palabras vacías y son vistos críticamente por la ciudadanía, más aún cuando detrás de la equivocación se puede desprender un problema de desconexión. No estar encapsulados en los propios lenguajes y concepciones, es una primera tarea de comunicación.

Magdalena Browne

Decana Escuela de Comunicaciones y Periodismo U. Adolfo Ibáñez

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