Pieles lejanas

Health workers walk through a slum as they conduct an inspection, during a nationwide lockdown in India to slow the spread of COVID-19, in Dharavi, one of Asia's largest slums, during the coronavirus disease outbreak, in Mumbai, India, April 11, 2020. REUTERS/Francis Mascarenhas SEARCH "CORONAVIRUS MUMBAI SLUM" FOR THIS STORY. SEARCH "WIDER IMAGE" FOR ALL STORIES.


Por Álvaro Ortúzar, abogado

Cormac Mc Carthy obtuvo el Premio Pulitzer por su novela “La carretera”, publicada el año 2006. Los sucesos que ahora vive el mundo, azotado por una pandemia de origen y cura desconocidos, que día a día contagia y mata, traen a la memoria esta obra. Es cierto que el libro trata de un hombre y su hijo que vagan en busca del mar luego de que la tierra se convirtiera apenas en un páramo desolado y que aquellos que habían sobrevivido sufrieran el terror y el hambre. El mundo se había degradado y ya no existía la búsqueda de los valores ni la inocencia. Se había instalado una soledad infinita y la muerte dejó de ser un presagio, sino una realidad que aparecía a cada instante; las pieles de los seres amados eran lejanas y el abrazo, la ternura del beso, la compañía, la risa, eran apenas recuerdos que el protagonista se esfuerza por reconstruir en su memoria. Es cierto que el libro trata de una historia post apocalíptica, pero algunos trazos de ella aparecen, por ahora muy distantes, pero no imposibles de que se hagan realidad de avanzar la pandemia hasta límites intolerables.

En 1956, Emilio Mira y López escribió su obra “Los cuatro gigantes del alma”, donde analiza aquellas emociones que son capaces de condicionar al ser humano y a las que denomina “gigantes” porque propulsan y a la vez limitan el universo mental del hombre de manera irrefrenable. Ellos son el miedo, la ira, el amor y el deber. El miedo es denominado como “El Gigante Negro”. Analistas de esta obra observan que el miedo nace de la carencia, que se enraíza profundamente y se nutre de la necesidad de preservar la vida ante el peligro, crea neurosis y se alía con la imaginación que lo aumenta, provocando que la persona intente eliminar su sentimiento sin sufrir peores daños. Según Mira y López, el llamado “Gigante Rojo” -la ira- es la reacción de un ser ante el miedo, engendra el odio, y colabora con el miedo en la destrucción y el sufrimiento. De este modo, si el miedo es en cierta forma el anticipo de la muerte, la ira es la expresión de protesta vital contra él.

Hay algo de una vuelta al estado primitivo. El ser humano, cuando requiere de algo imperativamente y no lo encuentra, siente frustración y desesperanza. Se dice que el miedo no se calma hasta que no quede saciada la necesidad de modo permanente.

Como dijimos, estamos lejos de eso; pero se supo que en una localidad de un país europeo, grupos de personas, invocando el hambre, asaltaron a otros que habían comprado sus alimentos. Esto, se dirá, es un exceso, pero no puede ser motivo de indiferencia. Hay algo incipiente, que no resuelve la economía ni las finanzas, y es el temor, por ejemplo, a perder el empleo, a no poder pagar sus deudas, a ser desalojados de las viviendas, a que el dinero no alcance para satisfacer necesidades básicas, y peor, a contraer la enfermedad y no sanar uno o seres queridos, a ser atrapados por el Gigante Negro. A ello se añade lo que hemos llamado “la lejanía de las pieles”, la consecuencia de la distancia que impide verse y tocarse, el aislamiento forzoso.

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