Pobreza

Pobreza


Por Rolf Lüders, economista

No sé si a Ud. le pasa lo mismo. Me desgarra ver el efecto que han tenido el estallido social y la pandemia del coronavirus sobre los ciudadanos de menores ingresos. Tenemos más de 800 campamentos y un número no conocido de cités, en que residen más de 100 mil personas en habitaciones precarias y bajo condiciones sanitarias deplorables. Hay, además, más de un millón de otras personas que viven en la pobreza, en un país que debiera -bajo condiciones normales- poder ir evitándolo.

De acuerdo a la definición usada en Chile, una familia típica es calificada de pobre de ingreso si tiene una renta monetaria mensual inferior a unos 400 mil pesos. Los pobres sumaban, antes de la actual crisis y en cifras aproximadas, más que unas 1,6 millones de personas. Ese número podría llegar a superar por la crisis, según la Cepal, a unas 2,5 millones de personas.

A partir de los trabajos pioneros de Miguel Kast y Sergio Molina en los años 70, uno de los objetivos prioritarios de política económica y social de Chile fue la reducción de la pobreza. Los pobres no se pueden realizar plenamente y su existencia impide alcanzar el bien común. Los dos principales instrumentos utilizados para reducir la pobreza fueron el crecimiento económico y la focalización del gasto público social en los grupos de menores ingresos. Y los resultados fueron muy positivos. La pobreza de ingreso se redujo desde más de un 40 por ciento de la población tres décadas atrás, a menos de un 15 por ciento de la misma a comienzos de la década de 2010. 

Y fue entonces que el país -a pesar de los más de 2,5 millones de pobres aún existentes- se reenfocó en reducir las desigualdades de ingreso. Por motivos de política partidista, el gasto social se empezó a focalizar en la amplia clase media surgida precisamente como resultado de la política de erradicación de la pobreza (la gratuidad de los estudios terciarios es un buen ejemplo) y se descuidaron aquellas políticas que impulsan el crecimiento económico (los cambios en las políticas tributarias y laborales así lo atestiguan). El país dejó de crecer a tasas elevadas y los niveles de pobreza primero se estancaron y más recientemente aumentaron.

Chile demostró a partir de los años 90 que es posible crecer económicamente, reducir los niveles de pobreza y disminuir simultáneamente la desigualdad relativa existente. Esa etapa virtuosa coincidió con aquella en que hubo un amplio acuerdo político sobre el tipo de sociedad, democrática y próspera, que deseábamos construir para todos. La actual coyuntura abre una nueva ventana de oportunidad para -una vez superada la actual crisis y reactivada la economía- acordar un conjunto de políticas que nos permitan -como objeto de justicia prioritario- seguir reduciendo la actualmente conmovedora pobreza existente en el país.

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