SEÑOR DIRECTOR:
En los acuerdos comerciales existe una mezcla de urgencia permanente por su firma y una posterior amnesia que los convierte en hitos políticos más que en herramientas comerciales. Enfrascados en el Tratado Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico hemos dejado de reconocer la existencia de importantes avances positivos en nuestra política comercial, como los destacados por el ministro Grau esta semana.
La política comercial es más un tejido que un contrato, y por ello los avances para llegar a aquellos mercados con los que aún nuestro comercio es incipiente, como las próximas reuniones anunciadas con India y Emiratos Árabes, son los puntos que generan una red de potenciales.
Asimismo, la decisión de suscribir el acuerdo con la Unión Europea a fin de año, buscando enriquecer y negociar en materias como I+D, el avance en la corrección de omisiones, y la implementación con Brasil y Ecuador, nuestros socios regionales, son activos tangibles de una política más profunda, aunque quizás menos llamativa.
Chile ha reafirmado su compromiso de integración y trabajo en foros como APEC, Alianza del Pacífico y en la Organización Mundial del Comercio; y ha puesto en valor y liderado el atractivo proyecto del triángulo del litio con Argentina y Bolivia, todo lo cual nos permita desarrollar un verdadero proyecto conjunto de gobernanza compartida y de agregación de valor.
Es incorrecto decir que hay una política que no es favorable para el libre comercio. Los hitos presentados muestran un camino naciente, que nos enseña a valorar lo hecho, pero sobre todo a enfocarnos en la reconstrucción de confianzas, la imagen del país y el trabajo conjunto por un mejor desempeño, que nos permita modificar la canasta productiva, que durante años ha estado anclada en recursos naturales y que necesita una mirada distinta.
Dorotea López Giral
Directora Instituto de Estudios Internacionales U. de Chile
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